Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
La trayectoria del bote era perfectamente perpendicular a las olas, lo cual generaba que cuando el casco de la pequeña embarcación rompía el oleaje, se sacudiese bruscamente, salpicando en todas direcciones.
Mnyma, igual que cualquier nativo africano, había pasado gran parte de su vida en tierra, o en pequeñas embarcaciones pesqueras que transitaban ríos. El mar abierto le rememoraba su viaje como esclavo, cruzando un océano interminable, hacinado, con decenas de hombres de color, apiñados en la cubierta inferior de un barco negrero.
Greg se percató de que el joven estaba asustado hasta la médula al verlo acurrucarse en la popa.
En el centro, Favre y Smith remaban esforzándose por sobrepasar el oleaje.
Buscando relajar al pequeño, Greg le consultó: —¿Has visto nuestra nave Mnyma? Se llama El Retiro.—
Mnyma temblorosamente enfocó su vista en la elegante nave.
Al percatarse de que la charla funcionaba, Greg insistió:—Últimamente tenemos pocos colaboradores en la cocina, tal vez puedas ser de utilidad, a Elizabeth le vendería bien una mano.—
Greg la había mencionado y se percató que volvería a verla al embarcar. Apenas había transcurrido un día desde que habían abandonado la nave, pero la volatilidad de las circunstancias le había hecho olvidar completamente de ella. Quedó algunos segundos sin pronunciar palabra, observando la silueta de la nave aproximándose a medida que avanzaban. Favre lo interrumpió de su trance.
El galo habló:—A nosotros también nos vendría bien una mano capitán.—
Tanto Smith como él continuaban remando desde que habían abandonado la playa.
Gregor no respondió, su vista quedó centrada en la barandilla de babor, por la cual emergieron varias figuras a saludarlos.
Pudo ver a Arthur, pero su cuerpo se vitalizó olvidando el desgaste producido por las circunstancias cuando divisó a Elizabeth.
Pensó en lo hermosa que era, a pesar de la distancia apreció detalles de su cabello, de su sonrisa perfecta y de sus ojos color ámbar.
Quiso extender la mano para saludar, pero la sombra del viejo Hein emergió en su mente, y no pudo sonreír al verla, al recordar que aún estaban en peligro.