Fragmento N°113

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Arthur se encontraba inquieto en el castillo, nerviosamente caminó hasta el palo de mesana y repostó su catalejo sobre unas de las juntas que sobresalían del grueso madero. Su brazo herido le impedía sostener el peso del catalejo, pero de esa manera lograba mantener el instrumento firme.

La visibilidad era muy buena a pesar de la oscuridad, la luna irradiaba la superficie del océano reflejando su luz. Pero a Arthur no le alegraba la claridad de la noche, ya que eso le indicaba que ellos también eran visibles desde cierta distancia.

Antes de retirar la vista del horizonte, Arthur recorrió la costa de Tortuga con sus ojos, logró vislumbrar los últimos destellos de las fogatas que yacían encendidas en las almenas y murallas de la ciudad antes de que la isla se perdiera súbitamente en el horizonte, y el mar infinito trazara una línea confusa entre el cielo y el océano.

Cuando la isla se perdió de vista, guardó su catalejo y bajó las escalinatas hacia cubierta.

Varios marineros iban y venían llevando barriles, picas y otros pertrechos.

Un marinero llamó su atención, este se encontraba cargando uno de los trabucos rotativos que se desplegaban sobre la cubierta.

Arthur se acercó a él y en voz baja susurro:—Déjalo a punto, pero no encendido, así estará bien por ahora.—

Dadas las peligrosas circunstancias, se habían impartido órdenes estrictas de no encender ninguna vela o candelabro. Las troneras estaban cerradas para que la mecha lenta de los cañones no generase un leve destello capaz de ser percibido por otra nave, y un estricto silencio reinaba sobre El Retiro, si bien había mucho movimiento en la borda, parecía que cada hombre se esforzaba en realizar sus tareas con el menor ruido posible.

Arthur seguía las ordenes de Greg al pie de la letra, se estaban alejando de la isla a toda prisa.

Una vez más miró el horizonte para garantizarse que la isla no estaba a la vista, alzó su mirada y recorrió el palo mayor hasta llegar a la cofa, pudo distinguir la seña del vigía en lo alto que le indicaba que no había peligro en el horizonte, giró para observar al timonel y dijo:—Es tiempo, todo a estribor—

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