Fragmento N°115

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El bote apestaba, el betún con el cual lo habían pintado para oscurecer su silueta emanaba un olor hediondo combinado con sal marina y pólvora. Tampoco ayudaba que todos salvo Umbukeli llevaran sus cuerpos untados con la misma sustancia espesa y pegajosa. El betún ocultaba la palidez de sus cuerpos, pero invadía la piel, obstruía los poros, y generaba la sensación de estar ardiendo por dentro, viviendo en un infierno.

Desde que habían echado el bote al mar nuevamente, no se había emitido una sola palabra, remaban en silencio, Umbukeli y Hicks detrás, Favre y Gregor en la proa. El oleaje era suave, pero los golpeaba sobre uno de los flancos, provocando que se desestabilizaran. Navegaban perpendicular a la corriente, ya que estaban rodeando la isla, buscando el recodo descripto por Mnyma.

Greg intuyó que deberían estar acercándose, ya que el paisaje comenzaba a cambiar, la línea costera dio paso pequeñas colinas que luego se comenzaron a desfigurarse conformando acantilados irregulares, para dar paso a escarpadas rompientes de gran altura.

Mientras remaban, Gregor divisó un islote que erguía varios pies por delante del acantilado costero, tal como Mnyma había narrado, el islote y sus protuberancias rompían la corriente, generando que detrás de este se formase una zona donde el oleaje era menos turbulento.

Cuándo se aproximaron, Greg liberó su remo y tomó un costal que se encontraba sobre el suelo del navío. Mientras este desanudaba el costal, Favre utilizaba su remo como guía, tanteando las protuberancias rocosas para empujar el bote por el camino correcto, similar a como un timonel guía su góndola por los estrechos canales.

Hicks observó como Gregor comenzaba a extraer objetos y los extendía prolijamente sobre el suelo, reconoció granadas y pistolas, pero con extrañez consultó:—¿Arcos y flechas?—

Greg sin mirarlo dijo:—Sigilo mi amigo, sigilo.—

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Mnyma caminaba seguro de sí mismo, había realizado ese camino decenas de veces, al acercarse a la puerta exterior no sintió temor al ver a los guardias apostados en el umbral y las antorchas que colgaban de las almenas.

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