Fragmento N°116

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Por dentro su voz recitaba el plan una y otra vez, mientras más veces repetía las palabras, más orgullo sentía respecto a la tarea que le habían encomendado.

Si bien la luz de la luna imprimía una claridad poco habitual sobre el prado que rodeaba la entrada de la ciudadela, los dos guardias que resguardaban la puerta jamás vieron acercarse a Mnyma, su contextura pequeña y el camuflaje natural de su piel lo hicieron pasar desapercibido hasta que apenas unos pasos lo separaron del primero de los dos hombres armados.

Al acercarse, Mnyma fingió tropezar, generando un ruido leve en la grava, lo suficiente como para que el primer guardia se percatase de él.

El sujeto bamboleaba su cabeza producto del sueño, y al oír pisadas cercanas se irguió de inmediato. Su manos se aferraron con firmeza al asta de su pica, y con una voz áspera inquirió:—¿Quién anda ahí?—

Al escuchar a su compañero, el otro guardia se incorporó para recorrer la periferia de la entrada con su vista.

Mnyma pudo ver como otros dos soldados sobre la almena principal se arrimaban a la muralla para ver que ocurría debajo, y por primera vez sintió temor al percatarse de que uno de los había posado su ballesta sobre el borde del muro y recorría el horizonte en busca del origen del alboroto.

Mnyma habló, su cuerpo se estremeció al tratar de que su voz sonara lo más natural posible:—Buenas noches,… solicito paso para regresar, me he ausentado por trabajos durante todo el día.—

Sin decir una palabra, el primer guardia dio un paso al costado.

Mnyma reanudó la marcha, comenzó a atravesar el umbral cuando el segundo hombre dijo:—Dime pequeño, ¿qué trabajo te ha demorado hasta estas horas?, si mal no recuerdo tus compañeros regresaron luego del atardecer.—

Bajo el umbral de la entrada, Mnyma dijo:—Un trabajo imprevisto señor, una moneda extra por limpiar letrinas.—

El sujeto respondió:—Mmm, está bien, puedes irte.—

Mnyma giró y comenzó a atravesar la plaza de armas para dirigirse a la parte alta donde se encontraba la guarnición.

Cuando se alejó, el segundo guardia se dirigió a su compañero:—Síguelo, algo en ese pequeño no anda bien.—

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