Fragmento N°117

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Un silencio poco habitual cubría la plaza de armas, como si a ciudad entera estuviese en vilo por algún extraño motivo.

Al llegar al extremo de la explanada, Mnyma giró en una callejuela y atravesó el barrio bajo que separaba el cuartel de la entrada de la ciudadela. Transitaba el camino más largo y tal vez no el más pintoresco, pero recorrer la calle principal podía ser un riesgo, si pretendía pasar desapercibido.

Luego de algunos minutos logró divisar el cuartel, la figura del edificio era imponente, una puerta maciza similar a la entrada principal de la muralla. A ambos costados de la entrada se extendía un muro no tan alto, pero lo suficientemente ancho como para albergar almenas. La puerta se encontraba abierta de par en par, dejando entrever un patio interno con escaleras de piedra que permitían a los soldados trepar hasta los muros para defender el edificio en caso de un asedio. El frente del edificio no tenía ventanas, en su lugar había numerosas aspilleras, un sinfín de aberturas estrechas que dejarían caer una lluvia de flechas y saetas a todo aquel que intentase romper esa última línea de defensa.

Mnyma divisó a dos guardias en el patio interno y otros sobre el muro, pero los perdió de vista cuando se separó del edificio al dirigirse al establo contiguo a la guarnición.

Frente a la presencia que infundía el cuartel, el establo era una pocilga desvencijada, el ultimo animal había sucumbido ante una hambruna hacía ya mucho tiempo, y por otro lado la extensión de la isla no era lo suficientemente grande como para justificar los costos de mantenimiento de una dotación de caballería. Todos estos detalles hacían que el edificio careciera de mantenimiento, la mitad del techo había sido extirpado por una tormenta y el lugar hedía a ratas.

Al detenerse en el umbral del establo, Mnyma observó la desolación en su interior, el lugar estaba desbastado, sobre el suelo se encontraban esparcidas numerosas clavijas de herraduras, desechos, y basura que era arrojada desde la guarnición.

Se detuvo para garantizarse que estaba solo, luego dio un paso al frente y se internó en la oscuridad del establo.

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