Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Al adentrarse algunos pasos en el interior del establo, Mnyma se detuvo para que sus ojos lograran acostumbrarse a la oscuridad que allí residía.
Si bien había utilizado una decena de veces la trampilla que conectaba con el acantilado exterior, su sentido de prudencia le advirtió que aguardara un instante antes de avanzar.
Cuando su vista se acostumbró, reconoció con mayor precisión los detalles del desmantelado lugar. En el centro se encontraban dos bebederos de piedra, al pasar junto a ellos Mnyma observó que su interior se encontraba parcialmente lleno con agua de lluvia, hojas secas y suciedad de aves.
Según se aproximaba al extremo opuesto de la caballeriza, la mirada del pequeño se adentraba en cada uno de los habitáculos abandonados que se extendían a ambos lados. Cada pequeña recámara, solía estar habitada por caballos de la guarnición, pero ahora poseían una apariencia espectral, deterioradas y despintadas, el paso del tiempo incluso había hecho crecer vegetación en el interior de algunas. La imagen lúgubre era completada por algunos destellos de luna que se filtraban por el deteriorado techado y se proyectaban de manera irregular, creando la ilusión de que algo habitaba allí dentro.
La distribución de los pequeños habitáculos, hacia que no pudiese verse en su interior hasta no estar exactamente enfrente de la entrada de cada uno, generando la sensación de que algo aguardaba oculto en cada uno de ellos.
Una pequeña brisa se filtró por las numerosas grietas, y llegó hasta el pequeño, tomando contacto con el sudor de su espalda, provocándole una sensación fría y extraña.
Al llegar al extremo, otro bebedero de piedra se encontraba en el centro, recostado contra la pared.
Mnyma se inclinó para buscar con sus manos el punto donde el abrevadero se encontraba calzado al suelo, para poder moverlo. Al encontrar la hendidura donde debía aplicar presión para que este pudiese moverse, un ruido detrás de sí llamó su atención.
En una fracción de segundo identificó el chirrido que genera una clavija de herradura al ser aplastada.
Comenzó a respirar de manera más copiosa, ahora no estaba solo.