Fragmento N°12

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Greg trató de domar sus emociones, vislumbró tesoros, el botín oculto del hijo de satanás Hein en sus manos o la pista de algún pillaje escondido. “¿Qué era tan importante para el viejo Hein?”.

Algo era tan apreciado como para que el holandés enviase a su secretario tan lejos, en una discreta misión, navegando mares atestados de bucaneros y naves españolas, ahora en pie de guerra nuevamente con las provincias unidas.

—Sr Du Toit, usted comprenderá que su bienestar en esta nave, y su salvoconducto están garantizados, siempre y cuando usted pueda de alguna manera colaborar, digamos, con nuestra pequeña empresa. — musitó Greg

William Du Toit asintió temblorosamente.

—En ese caso. —, Greg prosiguió, —Para unos humildes marineros de nuestra clase, sería información relevante que usted pueda transmitirnos ¿Qué es exactamente lo que usted transporta en nombre y por encargo del todo renombrado Capitán Piet Hein? —

La escena había cambiado sustancialmente desde el inicio del interrogatorio. Las palabras del infortunado secretario de Hein habían tensionado la atmósfera del habitáculo, Favre había dejado de deambular sigilosamente alrededor del Sr Du Toit para tomar lugar estoico al lado de Greg. Nock hubiese pasado desapercibido si no fuese por su gran compostura, y por el movimiento que generaba su pecho al respirar profundamente, fuera de eso parecía esforzarse por estar inmóvil, como si un depredador saltase sobre él, ante el menor vestigio de movimiento. Y Greg por su parte, notó que se había inclinado hacia adelante, sintiéndose atraído por la verdad retenida en las palabras de Du Toit. Los tres hombres se encontraban en vilo, expectantes, conteniendo el aliento, esperando oír algo que cambiara sus destinos.

Finalmente William Du Toit quebró el silencio: —Usted tomo doce prisioneros, incluyéndome, entre ellos dos mujeres. —

Hizo una pausa: —El capitán Piet Hein no estará del todo conforme, al ser notificado que Gregor, El Celta, tiene a su hija de rehén en su nave. —

Definitivamente sus destinos habían cambiado, pero no precisamente para bien.

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