Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
El suelo era rocoso, de una grava áspera pero que el paso del tiempo había pulido hasta convertirla en una superficie plana y rugosa. Las paredes eran de roca tosca, sin trabajar ni revocar, dejando expuesta la herida donde cada piedra había sido sincelada y cortada para calzar y formar la pared.
No había ventanas de ningún tipo, y un olor hediondo teñía la atmósfera generando que cada inhalación fuese un tortura misma, hasta que el cuerpo se acostumbraba a convivir con el aroma luego de algunos minutos.
En el centro del angosto cuarto, se encontraban dos argollas de hierro macizo que funcionaban de pasadores para las cadenas que maniataban a Edahi.
El nativo se encontraba de rodillas sobre el suelo, cada pasador servía de guía para las cadenas que sujetaban sus muñecas. Ambas cadenas se extendían hasta las paredes laterales donde eran ajustadas por un sistema de engranajes simples.
Se encontraba de espaldas a la puerta, sus brazos estaban extendidos, colgando de sus hombros, exhaustos por el cansancio y el peso de las cadenas.
A su izquierda, un pequeño charco se delineaba, producto de su propia sangre que emanaba de la herida abierta en su hombro.
Desde que había sido alcanzado por el proyectil, hacía ya varias horas, su cuerpo se había ido debilitando paulatinamente.
Antes de encerrarlo, uno de los guardias había atado burdamente un trozo de tela alrededor de la herida, tratando de detener la hemorragia.
Si bien el rudimentario torniquete no había surtido efecto, el gesto le permitía comprender que lo necesitaban vivo, al menos por ahora.
Sabía que debía mantenerse consciente, pero le costaba sostener su cuerpo en equilibrio y la deshidratación empezaba a provocar sus primeros efectos en sus sentidos.
Cerró sus ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás, con su mirada dirigida hacia el cielo comenzó a susurrar en voz baja casi imperceptible.
En voz nativa se dirigía a sus dioses, preparando su cuerpo y su mente para recibirlos.
Cuando oyó el pesado cerrojo detrás de sí correrse y pisadas ingresar al cuarto, no de detuvo, continuó como si solo él se encontrara allí.