Fragmento N°126

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A pesar de que habían transcurrido varias horas, aún reinaba la tensión en el cuarto.

Solo el sonido de la respiración de cada hombre interrumpía el abrumador silencio que provenía del exterior, alternando ocasionalmente con algún bostezo. Ubicada frente a la guarnición, la derruida posada servía como punto de observación para todo lo que ocurría en el cuartel.

Fue como si Piet Hein percibiera un momento culmine, o tal vez producto de la ansiedad, pero el holandés se había aproximado hasta la única ventana, recostándose sobre el marco de la misma, justo donde la luz que se filtraba desde afuera no podía alcanzarlo.

Luego de varios minutos, Roger, quien había abandonado hacía ya varias horas la tarea de afilar su sable, habló:—Capitán, … creo que no harán esa jugada, no intentarán rescatar al salvaje.— Hein, ofuscado, exhaló apesadumbrado en forma de disgusto por el cuestionamiento de uno de sus hombres.

Algunos segundos transcurrieron hasta que Roger se puso de pie, y acercándose a Hein, se colocó cerca de este y en voz baja insistió:— Señor, … debemos montar guardia y …— Súbitamente, Hein alzó su mano para callar a Roger, a pesar de la oscuridad, este percibió el movimiento y la voluntad del holandés. El viejo Hein inclinó levemente su cuerpo para aproximarse aún más a la ventana. Intrigado, Roger imitó a su capitán y dirigió su vista al exterior.

Un soldado se aproximaba desde la parte alta, caminando lentamente hasta la puerta de ingreso al cuartel. Al llegar a la entrada, el vigía que resguardaba la entrada se dirigió al soldado haciendo la venia: —¿Que lo trae por aquí a estas horas?, consultó. —

El silencio de la noche generaba que pese a la distancia, pudiese escucharse claramente desde el otro lado de la calle, donde se encontraba la posada.

El soldado respondió:—Algunas horas atrás, un miembro de la guardia perimetral se extravió siguiendo a un pequeño esclavo de actitud sospechosa, no se ha vuelto a ver, me han enviado a indagar por su paradero.—

Al oír la conversación, Hein giró y dirigió su voz al vacío del cuarto, en tono seco dijo:—Es tiempo.—

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