Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Cuando Mnyma logró recomponerse, entre lágrimas recitó lo ocurrido, cómo había sido interceptado y cómo milagrosamente logró eludir la muerte.
Mientras el pequeño relataba la historia, Umbukeli y Favre habían descendido al túnel y se encontraban a espaldas de Gregor. Por sobre ellos, el grumete Hicks escuchaba atento la narración asomando su cuerpo por el umbral de la trampilla.
Cuando el pequeño finalizó, Aidan Gregor, capitán renombrado, rival temido por sus enemigos, posó la palma de su mano derecha sobre la mejilla de Mnyma y en voz suave y cálida dijo:—No hay por qué temer, ya has colaborado demasiado para esta misión.— El Celta giró y dirigiéndose a Hicks ordenó:—Custodia el bote y al pequeño, a partir de aquí continuamos nosotros.— Dirigiéndose a Mnyma, dijo:—Ya has tenido demasiada acción, ahora tengo otra misión para ti, necesito que protejas este bote.— Alzando su mano, solicitó:—Hicks alcánzame una de las pistolas por favor.— Hicks destapó la gaveta que se encontraban sobre el suelo del bote, y tomó una de las pistolas que allí se resguardaba, extendiendo su mano se la ofreció a Greg.
Este la sujetó, y disimuladamente cortó la mecha que se encontraba quemándose en el martillo, dejándola inutilizable, pero conservando aún un trozo de mecha inerte que podía ser encendido nuevamente en caso de que se necesitase usarla.
Tomó la mano de Mnyma y dijo:—Es tuya, te lo has ganado, todo miembro de la tripulación tiene derecho a portar una.— Mnyma, sin decir una palabra sonrió, su mirada estaba deslumbrada, observando cada detalle la empuñadura del arma. —Ahora sube con Hicks para que puedas montar guardia.— dijo Greg tomándolo por debajo de las axilas para alzarlo y entregárselo a Hicks.
Una vez que Hicks sentó a Mnyma en el bote, tomó uno de los sacos que iban a bordo y lo extendió a Favre para que pudiese descenderlo hasta el interior del túnel. Favre tomó el saco y se lo entregó a Greg para que él constatase que todo estaba en su lugar. Al abrirlo, Greg pudo percibir el débil destello de las puntas de flecha y un almizcle sulfúrico procedente de la pólvora invadió su olfato.