Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
En el instante en que sus yemas liberaron el proyectil, Greg vio como la flecha surcaba el aire generando un leve zumbido apenas perceptible, mientras se dirigía al sujeto sobre el muro.
En el instante que el soldado giró para retomar su camino, su pecho quedó frontalmente expuesto al disparo de Greg.
Buscando un mejor ángulo de tiro, Greg descubrió su cuerpo, develando su posición, abandonando su lugar bajo el umbral del establo. Esto provocó que el guardia sobre el muro se percatase de su presencia.
Alarmado, el sujeto atinó a tomar el mosquete que llevaba cruzado sobre la espalda mientras su garganta se llenaba de aire para dar la voz de alerta, pero ya era demasiado tarde. En el instante que las exclamaciones parecían emanar de su boca, el proyectil le impactó de lleno sobre su tórax perforando uno de los pulmones y dañando severamente la arteria mayor.
El impacto, generó un orificio del cual brotó un hilo carmesí que destelló bajo la luz lunar, mientras por la herida un silbido tosco emanó cuando el aire de los pulmones se filtró por el corte.
El daño era irreversible, el sujeto perdió el equilibrio y cayó de rodillas al suelo, Al desvanecerse inerte, abandonó el control de sus extremidades y soltó el mosquete que llevaba empuñado con ambas manos.
Con un golpe seco, la culata del arma cayó sobre el piso de roca provocando un sonido metálico cuando el mosquete se estremeció por el impacto.
Greg observó a los dos sujetos al frente del portón, habían detenido su charla y ahora ambos se encontraban en silencio con sus cabezas orientadas hacia el interior de la fortaleza, tratando de detectar el origen del sonido. Lo habían oído.
Al girar hacia el interior, ambos sujetos sentenciaron su muerte, ya que dieron la espalda a Favre y Umbukeli que se acercaban bordeando el muro.
En un instante el galo y el somalí se posicionaron detrás de ambos, y con un movimiento rápido sobre la tráquea apagaron toda llama de vida en los dos soldados. Esta vez fue en silencio, y luego de unos instantes, el sonido de los grillos y el vaivén del mar, fue lo único e se oyó.