Fragmento N°135

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Greg posó su mano sobre el picaporte, llamó su atención lo deteriorado que se encontraba el trozo de metal, a tal punto que un polvo ferroso producto de la oxidación se desprendió al tocarlo, impregnando sus dedos.

Antes de empujar la puerta, se percató que una luz oscilante muy tenue emanaba por la cerradura, similar a la sombra que genera una llama.

Al girar sutilmente el picaporte, temió por destrozar la puerta en mil pedazos, ya que la madera crujió. Cuando comenzó a empujarla con un movimiento delicado, comprendió porque los bloques de madera estaban tan deteriorados. La puerta estaba lejos de ser una salida pertrechada, sus placas de fresco estaban podridas hasta la médula, por lo cual toda estructura era una carcasa mohosa y hueca, capaz de ser despedazada de un golpe.

A pesar de todo, logró abrir una brecha lo suficientemente amplia para que su vista penetrase el interior del subsuelo.

Efectivamente, un hogar se encontraba en un extremo de una habitación amplia sin ventanas, emanando un fuego moribundo, y a ambos laterales se extendían dos hileras de tablones que pretendían ser mesas. La habitación era un comedor.

Desesperadamente Greg buscó el origen de las voces que había oído. Por un instante sospechó que había alucinado, ya que no encontró la fuente de los sonidos, pero un movimiento cercano al hogar llamó su atención.

Un cuerpo humano se encontraba en el suelo, cercano al fuego, acurrucado sobre e suelo. El sujeto giró lentamente arropándose y balbuceando algunas palabras sin sentido. Estaba dormido.

Greg empujó la abertura lo suficiente para que su cuerpo pudiese atravesar la puerta, silenciosamente rodeó la mesa más próxima, y comenzó a flanquear al sujeto dormido. Detrás de sí, pudo ver como Favre y Umbukeli tomaban el flanco opuesto, y se aproximaban desde el otro lado de la habitación.

Se estaba acercando, cuando el hombre volvió a balbucear, pero esta vez una segunda voz replicó:—¿Porque no te callas maldito?— Greg congeló su cuerpo, había al menos otro sujeto, y su vista no había logrado divisarlo. Lentamente bajó su mano, y se aferró a la empuñadura de su arma.

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