Fragmento N°138

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Al principio fue como si lo sujetos realmente tuviesen intención de indagar sobre las circunstancias que habían derivado en la escaramuza de la taberna. Pero luego de una primera ronda de golpes, el interrogatorio se volvió impreciso, y Edahi rápidamente se percató que los sujetos no eran muy avezados en el arte de hacer emanar la verdad de una persona.

Transcurrido el tiempo, los dos interrogadores comenzaron a disfrutar la tarea de infligir daño en su cuerpo, dejando de lado las preguntas, que para esa altura carecían de relevancia estratégica.

Ocasionalmente, Edahi balbuceaba algunas palabras en nativo, buscando conectar con su pasado, preparando su cuerpo para abandonar este mundo.

Uno de los captores tomó su cabellera y levantó su rostro. Su pelo era una pasta viscosa, producto de la suciedad, el sudor y su propia sangre

Sosteniendo su cabeza, el sujeto dijo:—¿Crees qué tus dioses te salvarán?¿Que una serpiente emplumada entrará aquí y lanzará fuego sobre nosotros?— El otro individuo rompió en una carcajada sonora, que retumbó en el estrecho calabozo.

Edahi abrió sus ojos y dirigió su mirada al guardia, dijo:—¿Por qué una serpiente emplumada que arroja fuego, si podría hacerlo yo con mis propias manos?— Enfurecido, el sujeto dijo:— ¿Con que manos? ¿Con estas?— mientras trazaba un corte limpio su cuchillo sobre el brazo izquierdo.

El dolor hizo estremecer la musculatura de Edahi, y la sangre que emergió de la herida recorrió su brazo, atravesando su rostro, para luego gotear alimentando el charco que ya se encontraba en el suelo bajo él.

Las múltiples heridas sobre su espalda y brazos alimentaban un torrente que se apiñaba en su rostro dificultando su respiración.

El segundo hombre dijo:— Ya es suficiente, acabemos con esto, necesito aire y algo de beber.— Su compañero respondió:— ¿Has oído? Lamentablemente ya no podremos jugar, pero no te preocupes, ha sido un placer.— Edahi cerró sus ojos, creyó oír su nombre, una voz que lo llamaba. Relajó sus extremidades, y preparó su mente. Su cuerpo ya no le pertenecía, cayó en la inconsciencia y lo entregó a sus dioses.

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