Fragmento N°142

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—Aún respira Antoine.— dijo Gregor.

El galo, que se encontraba resguardando la entrada respondió:—¡Bendito sea!, ¡saquémoslo de aquí!— Greg comenzó a palmar el cuerpo de Edahi, su espalda y brazos estaba surcada por numerosos cortes, no había manera de detener la hemorragia con un vendaje improvisado. Necesitaban brindarle atención médica urgente o moriría. Revisó el resto, pero no parecía haber huesos rotos.

Se dirigió a Favre nuevamente:— Si no llegamos al barco, morirá.— Favre replicó:—¿Pues qué esperamos?.— Greg alzó lentamente el cuerpo de Edahi y tomándolo por bajo el brazo colocó su hombro para soportar su peso:—Encadena al que permanece con vida, luego sube y ayuda a Ulbukeli a descender a los otros dos.— Para cuando Favre terminó de maniatar al sujeto del calabozo, Greg apenas había avanzado algunos pasos con Edahi a cuestas.

Se disponía a comenzar el ascenso por la escalera cuando Favre pasó a su lado a toda velocidad en dirección hacia el subsuelo. Segundos más tarde, el galo descendió con Unbukeli, cada cual cargando uno de los los guardias adormecidos que habían sorprendido en el comedor. Ambos guardias iban maniatados y amordazados.

Gregor ordenó:—Enciérrenlos en el cuarto, pasarán horas hasta que los encuentren.— Mientras Umbukeli colocaba el pasador de hierro, Favre dijo:—Capitán, creo que antes de retirarnos podemos hacer una obra de bien.— Greg, fastidiado, con Edahi a cuestas sobre su hombro y sus músculos ardiendo por el esfuerzo, respondió:—No se a qué te refieres, pero no hay tiempo.— Dirigiéndose a la puerta contigua al cuarto de tortura el galo insistió:—Confíe en mi capitán.— y de un golpe con el mango de su chafarote rompió el cerrojo del segundo calabozo, luego el siguiente, hasta que las cinco celdas estuvieron abiertas.

Una serie de siluetas y emergió tímidamente de cada cuarto, en total eran una docena de almas. Favre, alzando su voz dijo:—El mundo es suyo hombres, ¡tómenlo!— Y una estampida se desencadenó, cuando todos los prisioneros liberados se dirigieron hacia la escalerilla. Satisfecho, Antoine dijo:—Eso bastará para generar una distracción.—

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