Fragmento N°145

Lee la historia completa desde el Fragmento N°1

Greg se heló, su cuerpo se detuvo abruptamente haciendo trastabillar a Favre. Fijó su vista en Hein, el holandés estaba de pie, al frente de su escuadrilla de cuatro marineros pertrechados con sus mosquetes, y a su lado se erguía el gigante Roger. Una pizca de nerviosismo comenzó a calar fuerte en sus huesos, y trató con todas sus fuerzas de borrar esa sensación antes de que tomara posesión de su mente.

Gregor pudo reconocer al gigante que se encontraba al lado del viejo Hein, ya que Roger habían sido quien le había propinado un puñetazo en el rostro en la taberna. El sujeto provocaba que los demás hombres, incluidos el holandés, parecieran marionetas a su lado.

Umbukeli desenfundó su chafarote con una mano mientras en la otra sostenía una daga, mostrando sus dientes y ojos endemoniados se preparó para recibir el embate.

Greg alzó su mano e hizo un gesto de calma, pidiéndole al somalí que retrocediera detrás de él.

Lentamente se desprendió de Edahi dejando a Favre sosteniendo todo el peso de su amigo. Volvió a enfrentar a Hein y dio un paso seguro y firme hacia adelante.

Alzó su arma y con el filo de su espada señaló a Holandés diciendo:— ¡Capitan , que casualidad encontrarlo por aquí, tenía entendido que usted estaba ansioso por encontrarnos.— volvió a dar un paso más hacia adelante, aproximándose cada vez más hacia el bebedero que se encontraba en el centro del establo.

Hein respondió:—Me asombra como un sucio pirata como tú puede subestimar el sufrimiento al cual va ser sometido su cuerpo. No he ordenado que mis hombres abran fuego solo porque quiero ser yo con mis manos quien extraiga tu último aliento.— Greg volvió a avanzar un paso más con calma, solo unos pocos pies lo separaban del bebedero. Logró vislumbrar en su interior las bengalas, aún estaban allí, el holandés no las había detectado. Pero dar un paso más hubiese llamado la atención se Hein.

Gregor habló:—Como usted supondrá, no planeo rendirme amistosamente, pero le tengo una propuesta.— Hubo una pausa.

Continuó:—Usted y yo como caballeros, aquí y ahora, el resto no tiene por qué morir.—

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: