Fragmento N°160

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Le costaba sostener en alto su arma, cada estocada que lograba contener y cada embate que asestaba a un enemigo deterioraba un poco más sus energías. A su lado, Favre luchaba por mantener a raya su flanco.

Al ser superados en número, cada cual estaba rodeado de varios contrincantes. Cada vez que Greg desprotegía su guardia para lanzar un ataque, alguno de los sujetos aprovechaba la oportunidad para para intentar alcanzarlo. En poco segundos, tanto él como el galo estaban empapados de sudor, y heridos en múltiples lados, a pesar de que ninguno de los cortes era letal, poco a poco cada herida iba debilitándolos, lentamente.

Umbukeli se ocultaba detrás de ellos, cargando el cuerpo debilitado de Edahi, pero al percatarse de que sus compañeros comenzaban a menguar, dio un paso al frente y comenzó a cubrir el costado de Favre, luchando con el único brazo disponible.

Favre gritó en medio del caos:—¿Dónde están los holandeses?— Mientras Greg desviaba un ataque de uno de los soldados, observó por el rabillo de su ojo hacia el otro extremo del edificio y no logró divisar a Hein ni a los suyos. A pesar del techo destrozado del establo, el humo hacía difícil ver con claridad.

No pudo completar su pensamiento ya que una voz volvió a llamarlo, esta vez no pudo reconocerla claramente:—¡Capitán! …¡Capitán!— La voz lo llamaba desde su retaguardia, pero girar para ver de donde provenía hubiese sido un suicidio, entregándolo a sus rivales que lo acosaban desde el frente.

Favre, mientras lograba alcanzar a un soldado a la altura del muslo, volvió a alzar la voz para hacerse escuchar en medio de la batalla:—¡Es Hicks!— Abriéndose paso, Hicks se adelantó y se colocó entre Favre y él, los cuatro formaron un muro, y comenzaron a retroceder lentamente hasta la entrada del túnel, mientras eran acosados por los soldados que les daban caza.

Greg dio un respiro, pero no pudo contentarse, su vista era difusa por el humo, sus músculos ardían por el esfuerzo, y la sangre en sus manos le impedían sostener firmemente su empuñadura.

A pesar del agotamiento, no pudo evitar pensar dónde se encontraría Hein.

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