Fragmento N°162

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Cada fibra de su musculatura estaba tensa, ardiendo por la fatiga, alimentando un torrente interminable de sudor que le impedía sostener con firmeza su espada. El cuerpo inconsciente del nativo, obligaba a Umbukeli a sostener una carga sustancial sobre su hombro, desequilibrando sus movimientos.

En cada golpe que el somalí lanzaba, se sentía pesado, lento, incapaz de desplegar la agilidad y rapidez que caracterizó a los guerreros de su tribu, era como si su brazo estuviese encadenado a una roca en cada estocada que intentaba asestar. Cuando Hicks irrumpió en el grupo, Umbukeli vio su oportunidad.

Regresó hasta la entrada al túnel, a pesar de que Edahi se encontraba recostado sobre su hombro, cubrió rápidamente el trecho hasta la entrada. Al llegar, notó que el ingresó estaba descubierto ya que Hicks había cortado los contrapesos que mantenían al bebedero bloqueando el acceso. Incursionó en el pasadizo, y depositó a Edahi en el suelo a pocos pasos de la entrada recostándolo.

En cuanto el Nativo quedó tendido en el suelo, pudo sentir como su cuerpo se revitalizaba, si bien sus músculos ardían incandescentemente, sus brazos recuperaban la movilidad habitual de la cual gozaban. Volvió sobre sus pasos emergiendo desde el interior del pasadizo, nuevamente en el establo en llamas.

Greg, Favre y Hicks habían retrocedido varios pasos desde su breve ausencia, hasta incluso Hicks estaba ahora herido. En apenas un instante Umbukeli ya se encontraba de nuevo entre las filas de sus compañeros, manteniendo a raya a los soldados que acechaban.

Un hombre alzó su espada para asestar un golpe sobre el cráneo de Greg, cuando este trató de contener el golpe alzando su chafarote para interceptarlo, otro solado observó su vientre desprotegido e intentó alcanzarlo.

Umbukeli interceptó el ataque con su espada, y en un movimiento veloz contraatacó, alcanzándo de pleno su mejilla, dejándole el rostro irreconocible.

Greg estaba trenzado con su rival, y al tratar de desenredar sus armas, el sujeto logró rozar su brazo hiriéndolo.

Limpiándose la sangre, Greg gritó:—¡Todos al túnel, ahora!—

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