Fragmento N°164

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El primer disparo sacudió toda la nave, pero inmediatamente una tras otra todas las culebrinas abrieron fuego, generando que la estructura de El Retiro se estremeciera en cada disparo. Arthur logró ver con claridad donde impactaba el primer proyectil, pero en cuanto los demás cañones abrieron fuego, una humareda generada por sus propios disparos comenzó a rodear la nave, impidiendo que viese con claridad.

Cuando todos los cañones completaron la primera ronda, un silenció espectral cubrió la nave, solo podía oírse el gruñir y los quejidos de los marineros que luchaban por recargar en las cubiertas inferiores. La nube de humo que cubría la nave, se movía suavemente con el ritmo de la brisa, generando una imagen lúgubre, como la niebla matutina en pleno invierno.

Poco a poco, mientras los segundos transcurrían, fue despejándose, y Arthur pudo ver con mayor claridad la nave holandesa, El Mercurio. —Maldita sea, apenas hemos deteriorado su pintura.— dijo Arthur en voz baja.

Elizabeth pudo oírlo, mientras observaba al galeón.

Arthur elevó su vista y pudo ver al sujeto de la cofa agitando sus brazos, haciendo exclamaciones y señalando a El Retiro mientras daba indicaciones a sus compañeros debajo. Sobre la cubierta de la nave holandesa, la situación era otra, un hormigueo de marineros comenzaba a fluir de un lado hacia otro alistándose.

Elizabeth había estado en esa nave mil veces, conocía cada orden y cada movimiento que sus marinos estarían haciendo en ese momento, pero había una diferencia, esta vez no estaba su padre, Piet Hein, para guiarlos.

Arthur volvió a hablar para sí mismo, esta vez no tan bajo:—Vamos muchachos, denme otra andanada antes de que los malditos se despierten.— Justo cuando Arthur terminó de pronunciar sus palabras, una culebrina que ya había recargado abrió fuego, luego otra, y el resto le sucedió, la segunda andanada estaba siendo descargada.

Pero entre los sonidos de cada disparo, se filtró el ruido de un cañón más lejano, y Arthur percibió como una bala pasaba rozando por entre el velamen a algunos pies sobre su cabeza.

Habían perdido el efecto sorpresa.

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