Fragmento N°166

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El proyectil destrozó la barandilla de estribor, generando miles de astillas que salieron desprendidas como metralla. En su trayectoria, la bala recorrió la cubierta para luego golpear a uno de los grumetes que manipulaba el cordaje de la vela mayor. El pobre jamás vio venir el golpe.

Aturdido, Arthur descubrió su rostro para ver el daño, el marinero se encontraba tendido sobre la cubierta, con sus manos mantenía firme el muñón desmembrado, mientras se retorcía a gritos sobre el suelo. El médico de la nave, Fausto, emergió desde los niveles inferiores para socorrerlo, mientras más disparos golpeaban el casco.

Arthur se dirigió al timonel:—¡Mantén la distancia y espera mi orden!—, luego descendió la escalerilla hacia la cubierta en dirección al marino herido, mientras Elizabeth iba tras él.

Al llegar, Fausto aplicaba un torniquete en la articulación para contener la hemorragia, el golpe era desprolijo, había destrozado la extremidad por debajo de la rodilla, generando un daño irregular y errático. Mientras Fausto extraía de su maletín una sierra pequeña, Arthur dijo:—Será una mañana agitada.—

 Con su mano libre, Fausto colocó un trozo de cuero en la boca del marinero, y luego inclinó levemente la cabeza en señal de afirmación para que el sujeto supiera lo que estaba por venir, con un movimiento firme comenzó a seccionar un trozo amorfo que antes supo ser una parte del pie. Cuando la pierna quedó libre de su lastre, Elizabeth aplicó rápidamente un vendaje para contener la amputación, en un santiamén las vendas se tiñeron de rojo.

Arthur tomó al marino por detrás, agarrándolo por su chaqueta y lo arrastró hasta el umbral de la escalinata, allí dos marineros lo recogieron y lo trasladaron a la enfermería cargándolo como si fuese un peso muerto, el sujeto estaba inconsciente del dolor.

Mirando a Elizabeth Arthur dijo:—Necesitamos mas velocidad de recarga.—

Con toda su blusa cubierta de manchones rojos, Elizabeth respondió:—Tú guíalos aquí, yo me encargo de las culebrinas.— y descendió hacia las cubiertas inferiores, justo por donde había descendido el marino mutilado apenas un instante atrás.

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