Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
El somalí, al cual llamaban Umbukeli, la dejó en el camarote que habían designado para ella. Apenas ingresó en el pequeño habitáculo, la puerta se cerró detrás de si, dejando oír el ruido de un pesado cerrojo al quedar bloqueada.
Pudo ver donde se encontraba, el lugar era pequeño, pero se notaba que se había puesto esfuerzo en hacerlo aparentar acogedor. Había una litera sobre la izquierda, en el cual se encontraban algunas prendas que el capitán Gregor supuso serían de su agrado. Sobre la derecha había una pequeña mesa, sobre la cual descansaba un cuadro diminuto, en el cual se podía ver un retrato de una dama, a la cual Elizabeth no logró identificar. Sobre el extremo opuesto a la puerta, se encontraba un ojo de buey que dejaba entrar algunos rayos tenues de luna, con un enrejado tosco que resultaba inútil, ya que el espacio de la pequeña ventana era diminuto.
Estaba furiosa, hubiese saltado al mar si no fuese por el ridículo tamaño del ojo de buey, lo hubiese hecho por más que ello fuese una muerte garantizada, con tal de escapar de ese odioso barco. Se sentía avergonzada y se odiaba a si misma por la situación en la cual se encontraba. “¿Que diría el vicealmirante de la marina Piet Hein?”, si supiese que su hija había caído bajo las manos de El Celta, sin luchar, y que ahora descansaba plácidamente en su nave como prisionera en un camarote que solía usarse para guardar las raciones rancias de comida y ahora se había “decorado” para que fuese su habitación, pensó.
Sí, se sentía furiosa, pero ella era Elizabeth Hein, debía continuar.
Fue hasta la pequeña ventana, miró la luna, logró ver las estrellas. Había vivido toda su vida en el mar, junto a su padre, este le había enseñado muchas cosas, incluso le había enseñado cosas que una dama promedio desconocería: sabía disparar una pistola, descargar un mosquete sobre sus enemigos, sabía navegar, leer mapas, y orientarse con el firmamento.
Pero algo la distrajo, no pudo concentrarse en las estrellas, la imagen de El Celta vino a su mente, odiaba tanto a ese sujeto, pero por algún motivo no lograba dejar de pensar en él …
Sí, se sentía furiosa.