Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
La primera batería en abrir fuego fue la de Elizabeth, acto seguido toda la galería de tiro se sacudió cuando las culebrinas restantes descargaron una andanada completa sobre la nave holandesa. La estructura rechinó cuando los palanquines de cada batería se tensaron al máximo al recular luego de disparar.
Elizabeth pudo ver claramente donde impactaba su proyectil. El ajuste de altitud fue clave, el disparo destrozó la escultura de la dama que decoraba el mascarón, dándole en el hombro, atravesándola y deteriorando parte la proa justo debajo del castillo. Los siguientes disparos se sucedieron y en un instante la figura de la mujer sobre el mascarón de proa voló en mil pedazos. En un principio el espesor del casco pudo contener el embate, pero luego de los primeros impactos, algunos proyectiles penetraron el forro interno, generando una abertura en la proa.
Luego, otros proyectiles atravesaron el orificio, logrando alcanzar un pilote critico en el interior de la nave holandesa, y repentinamente el bauprés comenzó a zozobrar, inclinándose hacia babor, perdiendo estabilidad. Al principió fue lentamente, pero según perdía inercia, el palo del bauprés cedió y cayó al mar arrastrando todo el cordaje y andamios de la vela de cebadera, enredándose en el agua frente a la proa de los holandeses.
Un grito de festejo cubrió El Retiro.
Smith observando a Elizabeth dijo:—¡Le dimos Srta Hein!— Elizabeth continuaba observando por su tronera a la nave holandesa. El Mercurio, la nave de su padre, ahora luchaba por izar sus velas y desprenderse de sus partes heridas para poder navegar.
Elizabeth, siendo indiferente a Smith, alzó nuevamente la voz y dijo:—¡Esto recién comienza señores!— La cubierta enmudeció y ella gritó nuevamente:—Vendrán por nosotros, ¡Hagamos que lo piensen dos veces!— El resto de los hombres vitoreó y cada cual comenzó a alimentar su propia batería.
Ella se secó el sudor de su frente, y observando la nave holandesa no pudo evitar sentir la misma sensación que se percibe cuando se está frente a un depredador herido, por momentos débil y frágil, pero a la vez extremadamente peligroso.