Fragmento N°174

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Intentó advertirle, pero fue como si su mente calculase las posibilidades, y se percatase que ya era tarde, y su amigo ya estaba sentenciado.

Aún así, Greg gritó: —¡Cuidado, detrás de ti!. —

Al mismo tiempo que sus cuerdas vocales liberaban el sonido de sus palabras, pudo ver como el rostro de Hicks mutaba, pasando de la euforia de la batalla a la desesperación producto de la muerte que lo acechaba a sus espaldas. A pesar de la poca visibilidad y el fuego, Greg distinguió la silueta de Hein emergiendo entre la humareda, y a su lado la sombra del gigante holandés Roger.

Cuando Hicks intentó girar para enfrentar a Hein, este posó una mano sobre su hombro para inmovilizarlo, y con su otra mano empuñando su sable lo hundió en su espalda atravesándolo. Hicks pudo ver como la hoja del arma emergía por entre su vientre, horrorizado tomó con sus manos la parte del filo que sobresalía de su cuerpo mientras Hein acercaba su boca a su oído.

Piet Hein dijo en voz calma y pausada, mientras retiraba la hoja del cuerpo de Hicks con un golpe violento hacia atrás: —No temas, tu muerte será rápida, aunque me hubiese gustado que sea lenta, quitándote poco a poco cada fragmento de tu alma.—

Hicks perdió el equilibrio y cayó de rodillas al suelo, al retirar la hoja, esta se escabulló entre sus dedos provocándole múltiples cortes en su mano y liberando un hilo carmesí que brotó con fuerza impulsado por su presión arterial. De rodillas en el suelo, Hicks balbuceó:

 —Capitán…— pero no pudo completar la frase ya que su propia sangre ahogó sus palabras.

Perdió el control de su cuerpo, distendiendo ambas manos y dejando caer su espada y la granada sin utilizar que sostenía. Su cuerpo se inclinó mientras se recostaba sobre el suelo, y la pequeña esfera llena de pólvora rodó sobre la grava hasta golpear suavemente la bota de Gregor.

Horrorizado e invadido por la cólera, Greg, junto a Favre y Umbukeli, observaron como Hein y Roger se encontraban de pie, observándolos mientas Hicks yacía inerte sobre el piso.

Una risa enfermiza se dibujó en el rostro del perro Hein.

Perdiendo el control, Favre se lanzó sobre él.

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