Fragmento N°18

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Las manos de Greg se encontraban sobre la mesa, extendido ante él, se desplegaba una de las cartas de navegación que indicaba como se desplazaban las corrientes en la parte explorada del caribe. Muchas veces había confiado más en su intuición, en vez de esos viejos papiros.

Indistintamente de la fiabilidad de las cartas, algo era claro, tenían problemas, y debían resolverlos rápido. Penetrar en los recodos de las Antillas era un suicidio, la armada española les estaba dando caza. Buscar aprovisionarse al sur también tenía sus riesgos, ya que no pasaría mucho antes de que el perro Hien se enterase que su hija había sido abordada y secuestrada accidentalmente por El Celta, lo cual los convertiría en un blanco de los holandeses en el acto.

Las conclusiones fueron pocas, pero categóricas. Primero, debían cruzar el atlántico, hacia el África, donde podrían volver a desplegar sus operaciones desde el enclave que poseían cerca de Ozouri, lejos de españoles y holandeses. Segundo, deberían aprovisionarse de víveres, agua, y realizar reparaciones de la nave, antes de emprender la travesía. Lo cual confluía en el tercer punto: deshacerse de sus “rehenes”, pero debía hacerlo de una manera “humana”. Ya que dejarlos a la deriva para que luego perecieran de inanición, equivaldría a seguir siendo blanco de Hein y su flota.

A resumidas cuentas, solo había dos lugares para aprovisionarse:

Navegar al norte, hacia Tortuga, el famoso baluarte pirata del caribe, donde por un precio justo podría conseguir lo que necesitaba, pero esto llamaría la atención, Tortuga era un nido de ratas. O arriesgarse a amarrar en la costa salvaje, y adentrarse selva adentro, cazar y recolectar lo que fuese necesario, y rogar que los nativos no se percataran.

Los nativos eran despiadados, cazadores sádicos y supersticiosos, que los superaban ampliamente en número, pero era preferible antes que Tortuga, si todos los mercenarios de la isla supieran que El Celta se encontraba de compras, con la Srta Hein a bordo, no vivirán para contarlo.

Bostezando, marcó el punto de la costa donde anclarían, y se retiró a descansar a su camarote.

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