Fragmento N°180

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Mnyma se aproximó al cuerpo inerte de Hicks, al llegar a su lado se inclinó y trató de tomar su mano. Al acuclillarse para tocarlo, se detuvo al percatarse que la mirada perdida de su compañero se encontraba centrada en un punto fijo y parecía estar observándolo. Esa sensación de sentirse bajo su mirada provocó que se detuviese antes que tomara contacto con el cuerpo. Sus ojos se encontraban abiertos de par en par al igual que su boca, simulando estar tomando una última bocanada de aire.

Súbitamente dos cuerpos emergieron de entre las llamas, cayendo a su lado junto al cadáver de Hicks. Mnyma espantado, perdió el equilibrio y quedó sentado en el suelo junto al cuerpo de su compañero, tratando de descifrar quienes eran aquellos hombres que se encontraban en plena disputa.

Pudo ver que uno de ellos se encontraba boca arriba recostado en el suelo, y el otro sujeto, considerablemente más grande, se había colocado sobre él y trataba de tomarlo por la garganta.

El individuo de mayor porte dijo:— Al demonio, te mataré con mis propias manos.— Fue allí cuando Mnyma se percató que el sujeto que yacía en el suelo luchando por su vida era Gregor.

Su cuerpo comenzó a temblar al ver que Greg se retorcía producto de la asfixia y la presión en su tráquea. Las piernas de El Celta comenzaron a sacudirse frenéticamente, tratando de zafarse de la trampa mortal en la cual se encontraba.

El pequeño perdió el control y comenzó a sollozar mientras observaba la escena. Con sus ojos cubiertos por las lágrimas, Mnyma se debatía por dentro, impotente por no tener el valor de intervenir. En su mente pudo revivir cómo en ese mismo lugar había estado a punto de morir de una manera muy similar a la cual Gregor ahora enfrentaba.

Sintió desprecio por la actitud que estaba teniendo y se armó de valor. Alzó la mano en la cual llevaba su pistola, la misma que Gregor le había regalado.

De manera borrosa por el movimiento tembloroso de su brazo y sus lágrimas, pudo ver a través de la mirilla de la pistola como el cuerpo de Greg cada vez forcejeaba menos.

Invadido por el temor, cerró los ojos y disparó.

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