Fragmento N°184

Lee la historia completa desde el Fragmento N°1

En cuanto los pies de Gregor tocaron el suelo del túnel, se incorporó́ y comenzó a correr, con Favre por detrás. Mientras avanzaban, Greg pudo oír a sus espaldas los ruidos y voces de los soldados que ahora los perseguían. Por dentro pensó́: “¿Habrán atrapado a Hein? o ¿tal vez la granada acabó con él?”.

Cubrieron el trecho hasta el final, y al emerger por la trampilla que desembocaba bajo el acantilado Greg pudo ver como el bote yacía en el mismo lugar en el cual lo habían dejado. Sobre la embarcación ya se encontraban Umbukeli y Mnyma, el somalí ocupaba el lugar en el asiento de popa, listo para remar. Al acercarse al bote, Gregor pudo percatarse que Mnyma estaba sentado sobre el suelo de la nave junto a Edahi, abrazando sus propias piernas en posición fetal, con su mirada perdida.

De un salto Favre y Greg se introdujeron en el bote, Greg dijo:—Antoine, ocupa la posición de proa.—

Sin emitir palabra, el galo tomó uno de los remos, y lo usó para golpear las rocas del acantilado e impulsarse, en cuanto se despegaron, él y Umbukeli comenzaron a remar. Greg hurgó en uno de los costales que se encontraban sobre el suelo junto al pequeño, mientras revolvía en uno de los sacos, dijo a Mnyma: — No me alcanzará la vida para saldar mi deuda.—

Mnyma rompió́ su trance y giró para mirar a Gregor.

Greg, con su mirada enfocada en el saco que sus manos manipulaban, continuó:—Jamás pido a mis hombres que hagan algo que yo mismo no podría, ni doy una orden que yo no cumpliría.—

En silencio, Favre y Umbukeli asintieron.

Prosiguió:—Tu debes tener cuanto mucho diez años, y sin pedírtelo, has arriesgado tu vida más de una vez, y salvado la mía al menos dos.—

Mientras extraía una bengala del saco, Greg alzó su mirada a Mnyma y sonriendo dijo:—Jamás olvidaré lo que has echo por nosotros.—

Una lágrima emergió de los ojos vidriosos de Mnyma, el sol que se asomaba por el horizonte golpeó su mejilla haciendo relucir la pequeña gota como si fuese un cristal.

Aún sonriendo, Gregor extendió su brazo y borró la pequeña lágrima con su mano.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: