Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Observándolo con su mirada, Gregor buscó tranquilizar a Mnyma, el niño pareció relajarse y con sus puños refregó su rostro buscando eliminar cualquier rastro de llanto.
Un sonido a lo lejos hizo que Gregor desviase la mirada hacia el horizonte, el ruido de los cañones retumbando perturbó su mente. Si Arthur estaba siguiendo el plan al pie de la letra, en ese momento estaría sosteniendo el fuego sobre los holandeses, ganando tiempo para ellos, y solo intentaría huir en cuanto viese la señal. No podía tener contacto visual con ellos ya que la bahía estaba más allá de la curvatura de la costa.
Enérgicamente, Greg levantó una de las lonas que ocultaban la farola que habían embarcado en el bote, abrió con cuidado su cúpula, dejando al descubierto la llama que ardía en su interior mientras acercaba la mecha de la bengala para encenderla. Con un chasquido, la mecha hizo ignición y comenzó a consumirse, quemando su cordel en dirección hacia la base del proyectil.
Greg sujetó el cabo de la bengala con sus pies, y cuando observó que estaba por consumirse completamente dijo: —¡Cúbranse!—
Con un zumbido la bengala se desprendió de las manos de Gregor y comenzó a escalar el cielo del amanecer. A pesar de que el sol asomaba en el horizonte, el firmamento era oscuro, por lo cual el brillo que desprendía a medida que se elevaba contrastaba claramente contra el cielo oscuro. Lentamente el ritmo al cual subía se atenuó hasta que por una fracción de segundo pareció estar suspendida en el aire, luego como si estuviese flotando, comenzó a descender meciéndose.
Trató de esforzarse para oír, esperando alguna reacción en los sonidos de la batalla que llegaban a él.
Impaciente, busco de alejar de su mente la sola idea de pensar en el peligro que Arthur, Elizabeth y los suyos estaban corriendo.
Se inclinó para inspeccionar a Edahi, el nativo se encontraba recostado sobre el suelo del bote, los vendajes improvisados que Favre había confeccionado comenzaban a humedecerse por la sangre que desbordaba de las heridas abiertas. Su respiración era muy leve, casi imperceptible.