Fragmento N°187

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Sobre el alcázar, Arthur guiaba al timonel constantemente para sostener el curso de aproximación, sostenía la mirada en la nave holandesa mientras daba indicaciones.

Con su brazo sano, se afirmaba sobre la barandilla, ya que la nave se sacudía bruscamente en cada andanada que disparaban las cubiertas de tiro. Cuando el mascarón de El Mercurio voló en pedazos, tanto él como el timonel vitorearon:—¡Así se hace maldita sea!—

Arthur volteó para mirar al timonel:—Ahora continua con el curso de evasión y sácanos de la bahía.—

En cuanto El Retiro comenzó a alejarse de su rival, Arthur se dirigió a la parte trasera del alcázar para observar desde la popa. Bajó su mirada y pudo observar los dos cañones de las baterías traseras tronando al disparar hacia la nave de Hein, ahora los holandeses luchaban por dejar atrás los restos del bauprés y liberarse de los escombros. Al oír disparos de El Mercurio, instintivamente su cabeza se agachó. Un zumbido le permitió percatarse que los disparos habían pasado por encima de ellos atravesando el cordaje sin generar daño alguno. Para cerciorarse de que no hubiese daños, levantó su cabeza e inspeccionó el palo mayor, al no encontrar daño alguno volvió a concentrarse en los holandeses.

Se estaban alejando rápidamente, la luz tenue del amanecer le facilitó observar los detalles del galeón holandés, era considerablemente más robusto y tosco que ellos, aunque superior en armamento. Un grito desde la cofa interrumpió su concentración:—¡Señal a la vista!—

Al alzar su mirada, Arthur pudo detectar una pequeña luz brillante ascendiendo desde el otro lado de la isla, el destello contrastaba claramente contra el firmamento aún oscuro.

Aliviado, para sí mismo dijo en voz baja:—Están vivos, lo han logrado.—

Volvió a indicarle al timonel:—Vamos a la siguiente fase del plan, rumbo al lado norte de la isla, debemos recoger a nuestro capitán.—

En silencio, el timonel dio un suave golpe y la nave pronunció su giro comenzando a rodear el recodo que marcaba uno de los extremos de la bahía. Mientras se alejaban, El Mercurio descargaba sus cañones contra ellos.

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