Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
En el momento que la granada rebotó hasta sus pies, Piet Hein comprendió que solo tenía una pequeña fracción de segundo hasta que su cuerpo volara en mil pedazos. A sus espaldas, los soldados de la guarnición intentaban retomar el control del establo en ruinas. Por delante, El Celta y sus hombres huían por el pasadizo por el cual se habían infiltrado.
Estaba solo, superado en número y en amplia inferioridad estratégica, sus opciones eran pocas, por lo que decidió huir.
Antes de que la granada estallara, corrió hacia la pared más cercana y con todo su peso impactó contra el muro en llamas. El fuego había consumido casi todo el establo, en circunstancias normales su cuerpo hubiese rebotado contra la pared, pero ahora los maderos que conformaban los laterales del establo estaban carbonizados, y cedieron al ser impactados por la carga de su cuerpo.
La granada estalló en el lugar donde él se encontraba de pie hacía un instante atrás, justo en el mismo momento en que los guardias lanzaban una descarga.
En el momento que el holandés atravesó el muro consumido por el fuego, las tablas y vigas se fragmentaron en decenas de trozos en llamas, cubriéndolo por completo.
Piet Hein aterrizó en cuclillas sobre la calle contigua, envuelto en cenizas y trozos carbonizados. Se puso de pie rápidamente y corrió hacia la callejuela más cercana, en cuanto dio unos pocos pasos, un grito de alerta llegó hasta sus oídos, un soldado se había percatado de su posición.
Comenzó a correr a toda velocidad entre las casas de la parte baja de la ciudadela, alejándose del establo, ascendiendo por la estrecha arteria que conectaba el suburbio con el mercado y la plaza de armas.
A sus espaldas pudo oír las voces de los soldados organizándose para dar con él, rastrillando cada bloque de casas.
Estaba amaneciendo, y la oscuridad ya no lo ocultaba.
Por delante, la ventana de una pequeña posada se abrió, y el rostro de una anciana emergió. La mujer pudo ver al holandés enfundando su sable, humeando, cubierto de sangre y cenizas.
Luego de un segundo, la anciana contuvo el aire y gritó horrorizada.