Fragmento N°201

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Una vez revisadas las heridas de Greg, Fausto se retiró del alcázar y descendió nuevamente a la improvisada enfermería. Greg debía tomar una decisión respecto al problema de la mesana, y se dispuso a hacerlo. Antes de ir en busca de Arthur volvió a tomar su catalejo y lo alzó en dirección a la popa. Pudo ver la fina estela que dejaba El Retiro, luego elevó su vista algunos grados y observó la pomposa silueta de El Mercurio. Esta vez no fue una sensación, definitivamente los holandeses estaban más cerca, llegando a divisar detalles diminutos en las velas y su estructura.

Pero aún se encontraba demasiado lejos como para ver a los tripulantes, aunque un destello capturó su atención proveniente de la parte alta de la nave, probablemente del alcázar. Greg no pudo encontrar la fuente del reflejo, pero sabía a qué se debía. Era el reflejo de otro catalejo observándolos desde El Mercurio.

Su mente imaginó al viejo Hein, y por un segundo tuvo un recuerdo fugaz de Hicks, inmóvil sobre el suelo del establo, y el perro Hein de pie a su lado con su sonrisa esquizofrénica.

Cerró los ojos y negó para si mismo, respiró profundamente y luego se dispuso a continuar. Tomó una camisa limpia que había dejado a un lado, y bajó hasta la cubierta.

Al descender la escalinata, se topó con uno de sus hombres, el joven grumete hizo una señal de respeto inclinando suavemente la cabeza, luego Greg consultó:—¿Has visto a Arthur?—

El grumete respondió:—Se encuentra en la galería de tiro capitán, ha estado allí desde hace un rato.—

Gregor respondió:—Gracias, puedes continuar con tus tareas.—

El joven volvió a inclinar su cabeza en señal de aprobación y continuó su marcha.

Greg descendió al interior de la nave, luego se dirigió hacia la primera mampara que conducía a la galería de tiro. Al entrar, encontró a varios de sus hombres recogiendo los desechos de la batalla previa y alistando nuevamente las baterías para que estuviesen preparadas para abrir fuego. Junto al pilón de la mesana, se encontraba Arthur, Umbukeli, y también Favre.

Los tres parecían tener dudas en sus rostros.

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