Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Arthur daba indicaciones enérgicamente, se había colocado sobre la cubierta bajo el palo de mesana y orientaba a algunos marineros que ahora se encontraban a varios pies de altura manipulando los andamios. Gregor había decidido que someterían al castigado mástil hasta el límite, pero habían convenido que lo más sensato era colocar una guardia constante sobre las velas de dicho mástil para plegarlas en un instante si fuese necesario. Ante cualquier agrietamiento o fisura, plegarían el velamen para evitar que toda la mesana se viniera abajo.
Mientras Arthur guiaba a los hombres que trepaban el cordaje, Favre se encargaba de alistar la cubierta para el combate. Se había dispuesto de hachas y chafarotes para que fuera utilizados, ya sea para cortar los cabos de abordaje o para el combate cuerpo a cuerpo en caso de que fueran abordados. El galo, también se había ordenado recargar con metralla todos los falconetes que se encontraban montados sobre las barandillas. Cada pequeño falconete giraba sobre una horquilla y era capaz de tener un ángulo de tiro de casi ciento ochenta grados, y a pesar de su lenta recarga, un disparo dirigido a un grupo de hombres podía generar una decena de bajas en un santiamén.
Gregor se había encargado de supervisar todas las baterías de tiro. Junto a Umbukeli se encontraba alistando cada uno de los cañones y garantizándose que estuviese cargado y con sus pertrechos al alcance, listo para ser recargado luego de la primera descarga.
Al estar libre de interrupciones, Greg comenzó a prestar mas atención a las secuelas de la primera escaramuza entre ambas naves. Observó con mayor atención el boquete que había abierto el disparo que logró impactar en la base del pilón de mesana. Luego posó su atención en la base del palo, y logró vislumbrar una decoloración sobre el suelo de madera, se agachó y tocó con sus manos los tablones. Logró percatarse que se trataba de la marca dejada por la sangre del sujeto que había sido alcanzado y eyectado por el disparo.
La madera aún estaba húmeda y el olor a pólvora y sangre se sostenía sutilmente en el aire.