Fragmento N°208

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La voz de Favre resonó al otro lado de la puerta mientras su puño golpeaba: —Capitán, ¿Se encuentra allí?—

Greg desoyó el llamado, inclinó sutilmente la cabeza hacia Elizabeth diciendo: —¿Qué es lo que tu padre realmente busca?—

Ella tembló por dentro, su cuerpo se estremeció y Greg pudo percibirlo. Volvió a insistir:—Elizabeth, tienes que decírmelo, estamos arriesgando nuestras vidas por ello. La mía, la tuya, la de todos.—

Elizabeth respondió:—Durante años él ha confiado en mí sus secretos, cosas de las cuales ni siquiera sus oficiales de mayor rango tienen conocimiento.—

Gregor estaba confundido y frustrado:—No comprendo, ¿Qué cosas?—

Las lágrimas comenzaron a surcar nuevamente su rostro. Cuando estaba por responder, la voz de Favre surgió nuevamente:—Capitán, ¿Todo bien por allí?—

Elizabeth tiritaba, como si lo que estaba por decir la consumiese por dentro, dijo:—Juro por mí vida que pensaba decírtelo, o esperaba solucionarlo sin que alguien tuviese que morir por mi culpa.—

Gregor la interrumpió:—Elizabeth no importa lo que sea, pero necesito saber de que demonios hablas.—

Ella alzó su mano llevándosela a la nuca, hurgó en su cabello y extrajo un pequeño objeto metálico, dejando caer su pelo libremente sobre sus hombros. Extendió su mano, con el objeto sobre su palma a la vista de él. Gregor observó, parecía ser un pequeño prendedor, pero el punzón sobresalía de una forma irregular.

Él consultó:—Supongo que no es lo que parece, ¿verdad?—

Ella asintió, su voz emergió de manera intermitente, como si le costara hablar de ello:—Es una llave, de un juego de dos. Se necesitan ambas para que funcione, una sola es inútil.—

Greg insistió:—¿Quién tiene la otra?.—

Súbitamente, la puerta se destrancó de un golpe y el cuerpo de Favre incursionó en el apretado camarote. Al ver que ambos se encontraban de pie, Favre se enderezó y dijo:—Disculpe capitán, al no tener respuesta, supuse que algo andaba mal.—

Al observar por el rabillo de su ojo, Greg pudo ver que Elizabeth se encontraba con sus manos cruzadas sobre su pecho, y su pelo estaba recogido nuevamente.

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