Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Greg ingresó a su propio camarote, seguido de cerca por Favre. Al adentrarse en el habitáculo, pudo observar a Edahi recostado sobre su litera, con su cabeza recostada sobre un almohadón y Fausto a su lado.
Su propio camarote era algo más amplio que el del resto de la tripulación pero aún así sus proporciones eran modestas. Sobre el extremo derecho repostaba una litera sobre la cual se encontraba Edahi, a su lado una pequeña ventanilla dejaba entrar una leve pero refrescante brisa. Del lado izquierdo se encontraba una compacta biblioteca de tan solo tres estantes, abarrotada de libros, pergaminos y múltiples objetos. En el centro, sobre el extremo opuesto a la puerta, descansaba un escritorio en el cual estaban desplegados algunos mapas a los cuales habían recurrido en los últimos días. Junto al escritorio había un cofre rústico que contenía los elementos personales de Gregor, su ropa y otras pertenencias.
Si bien era un compartimiento de casi el doble de tamaño que cualquier otro en la nave, los cuatro hombres apenas podían moverse libremente dentro de él.
Greg dijo dirigiéndose a Fausto:—¿Cómo se encuentra?—
Fausto respondió mientras colocaba un nuevo pañuelo humedecido sobre la frente del nativo:—No debemos cantar victoria capitán, pero puede preguntarle usted mismo.—
Fausto se corrió levemente hacia la izquierda permitiendo que Greg pudiese ver cara a cara a Edahi.
Gregor se arrodilló junto a su litera, y colocando una mano sobre el torso de su compañero dijo:—¿Cómo te encuentras?—
Mientras sus palabras eran pronunciadas, su mano percibía el vendaje húmedo que cubría su cuerpo, y un olor a almizcle sutil impregnó su olfato.
Edahi, con una voz suave pero firme y sin mirarlo a los ojos, dijo:—La vi cerca capitán, la vi cerca, jamás la había visto tan cerca.—
En voz baja, Fausto dijo a sus espaldas:—Puede que aún se encuentre en shock, pero lo importante es que está consiente.—
Greg asintió y luego insistió:—¿Qué viste Edahi?—
Edahi, giró su rostro para verlo y respondió:—La muerte capitán, … y aún no nos abandona.—