Fragmento N°213

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Al emerger, Gregor pudo percibir rápidamente que el sol había transcendido su máxima expresión en lo alto, y ahora comenzaba a declinar lentamente. Caminó a lo largo de la cubierta y fue directamente hacia el palo de mesana, posándose bajo su sombra observó el andamiaje. Arthur se encontraba en el lugar observando hacia arriba, dirigiendo a voz alzada los movimientos de dos marineros que se encontraban sobre ellos manipulando el cordaje.

Al percibir que Greg se encontraba a su lado, Arthur giró para dirigirse a él:—La fisura se extiende por todo el pilón capitán, debimos retraer aún más el velamen.—

Gregor dejó de observar el velamen y dijo a Arthur:—El catalejo por favor.—

Arthur tomó el instrumento que se encontraba a su lado y extendió su brazo entregándoselo a Gregor diciendo:—Estamos sosteniendo la distancia, pero su aproximación es mayor.—

Greg tomó el catalejo y comenzó a caminar hacia la popa, detrás de él Favre y Arthur lo seguían de cerca. Al llegar al extremo de la popa Greg se colocó junto a la barandilla y observó hacia el horizonte, no fue necesario elevar el catalejo para distinguir la silueta de El Mercurio recortando la línea entre el firmamento y el océano. Con tono sarcástico Greg dijo:—Si usara lentes, podría verlos sin ellas.—

Luego alzó el catalejo para observar con más detalle la figura de la nave holandesa, a pesar de la distancia ahora lograba vislumbrar muchos detalles del galeón. Esta vez no solo distinguía con claridad los cañones emergiendo de sus troneras, sino que distinguía de manera precisa la silueta de un hombre parado sobre la proa observando en dirección hacia ellos, y el destello ocasional del brillo de la lente de su catalejo.

Greg giró repentinamente, Arthur dijo:—¿Qué ocurre capitán?—

Gregor recorrió nuevamente el ancho de la cubierta pero esta vez se dirigió a la proa, trepo al castillo y elevó su catalejo pero esta vez en dirección hacia adelante.

Luego de unos segundos Arthur dijo:—¿Capitán?—

Greg respondió—El archipiélago está cerca, no importa que ocurra, no replieguen ni una sola pulgada de ese velamen.—

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