Fragmento N°218

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Adormecido, Mnyma se retorció y balbuceó algo inentendible mientras se acurrucaba aún más. Durante un instante, Gregor y Elizabeth quedaron en silencio, observándolo, y aguardando su reacción para saber si se había despertado o no. Al ver que Mnyma continuaba inmerso en su sueño, Elizabeth prosiguió:⠀

—El vice almirante Piet Hein ha construido su fama, su rango y su historia, en base a un nido de mentiras, muerte y engaño.—⠀

Greg asintió en silencio, aguardando a que ella continuara.

Elizabeth suspiró y volvió a hablar:—Esta llave tiene una gemela, ambas sirven para abrir la misma bóveda. La otra se encuentra en manos de mi hermano Cees, en Róterdam.—⠀

Gregor, sin pensarlo arrojó impulsivamente:—¿Qué hay en la bóveda?—⠀

Elizabeth lo miró fijo a los ojos, tratando de leer las intenciones de Greg en su mirada. Como si no hubiese oído la pregunta, prosiguió:—Esta llave no siempre ha estado en mi poder, a pesar de que yo siempre he tenido conocimiento de su existencia.—⠀

Gregor se retorcía por dentro, necesitaba responder a la marea de preguntas que invadían en su interior. Impaciente, insitió:—¿Quién poseía la llave antes?, ¿Tu padre?, ¿Qué hay en la bóveda?—⠀

Elizabeth respondió:—Mi padre jamás confiaría en mi esta llave.— Hizo una pausa para elevar su mano derecha y tomar el prendedor que se escondía inmerso en su cabello rojizo.—⠀

El desanudar el prendedor, su pelo cayó libre sobre sus hombros, cubriéndole parte del rostro. Volvió a colocar el pequeño objeto sobre su regazo, tomándolo con ambas manos.

—Tu conociste a su anterior portador Gregor, ¿En quién más podría confiar sus pertenencias personales el vice almirante Piet Hein?— intimó ella.⠀

Gregor se sintió aturdido, ahora él era responsable de dar respuestas, quedó un instante en silencio.

Ella completó:—El pobre hombre jamás supo el valor que estaba transportando. Para él era un simple objeto que su señor le encomendó entregar a su hijo en Róterdam. Murió en esa playa sin saberlo.—⠀

Gregor dudó un segundo pero luego comprendió, en tono de duda respondió:—Su secretario, el hombrecillo… ¿Du Toit, verdad?—

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