Fragmento N°23

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Greg se había incorporado, pulsó el gatillo, la mecha corta ingresó en la recamara provocando la ignición en la pólvora negra que impulso la pesada bala hacia su objetivo. El retroceso del arma lo tambaleo, una humareda blanca emergió, impidiéndole ver si había acertado o no. No fue necesario, ya que el ruido que generó el proyectil al impactar con la carne humana le indicó que había atinado.

Un gemido se oyó de entre los arbustos hacia los que Greg había apuntado. Sin dudar, El Celta tomó su otra pistola, y justo cuando estaba por alzarla, un segundo nativo surgió de entre la maleza.

Greg pudo ver los detalles del salvaje y comprendió porque estos se habían ocultado eficazmente de su vista. El guerrero estaba pintado en su totalidad, con matices verde oscuro y negro, por lo cual era casi invisible entre el follaje selvático, su rostro decorado con plumas se encontraba coloreado con detalles carmesí y ocre, completando una mirada poseída por la ira.

El nativo cargó contra él, habría treinta pies entre ambos, pero cubrió la corta distancia velozmente. Justo cuando estaba a un cuerpo de Greg, este finalmente alzó la pistola, y la descargó contra el pecho del sujeto, casi a quemarropa.

Con una exhalación espasmódica que emanaba de su boca, el sujeto cayó de rodillas al suelo, luego se recostó sobre un costado para jamás levantarse.

En el mismo lapso de segundos que Greg había abatido a los dos hombres, Umbukeli se había encargado del suyo, acertándole con su lanza desde una distancia de setenta pies y Edahi se había cargado con su arco los dos restantes, con una velocidad y precisión, digna de un arquero inglés.

Los tres se encontraron en silencio, jadeando, rodeado de los cuerpos de sus atacantes. El silencio dio lugar a una serie de sonidos que indicaban movimientos en la jungla alrededor.

Greg arrojó sus pistolas y la bandolera al suelo, Umbukeli y Edahi hicieron lo mismo con sus armas. Los tres sabían que no podrían aguantar el ritmo si corrían con peso adicional. Sin mediar sonido corrieron a toda velocidad hacia la costa, y detrás de ellos el sonido de quienes ahora eran sus perseguidores.

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