Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Pasaron varios minutos, durante los cuales siguieron atravesando el estrecho, penetrando cada vez más en el cayo. El Mercurio avanzaba con cautela entre una formación de múltiples islas, similar a un archipiélago. Los hombres que se encontraban sobre la proa manipulando las bengalas, aguardaban las ordenes de su capitán para comenzar su tarea. ⠀
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Un clima tenso cubría la nave holandesa, Hein comenzaba a impacientarse y sus hombres lo percibían.⠀
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Lo que preocupaba al holandés era que hacía varias horas que había anochecido y no tenían rastros de El Celta y su nave. Piet Hein era consciente que cada segundo que pasaba podía estar alejándose en una dirección completamente contraría a la de sus enemigos, aumentando la distancia entre ellos. A su vez, el holandés sabía que podría recurrir a las bengalas para aumentar el radio de su visión, pero este era un recurso limitado, apenas tenían poco más de una docena de proyectiles. Por otro lado, al momento de utilizar las bengalas podrían ser avistados desde la distancia, alertando al Celta. Todos estos factores provocaban que Hein estuviese tenso, constantemente apretando la empuñadura de su espada, contorsionando su mandíbula y hablando por lo bajo, musitando palabras inentendibles.⠀
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Repentinamente dijo:—Es hora. Oficial, una ráfaga a estribor, justo sobre ese lecho que parece ser un mangle.—⠀
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Jameson se encontraba sobre la cubierta, justo al pie del alcázar, pudo oír perfectamente a Hein y se dirigió hacia la proa para replicar la orden.⠀
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Los dos marineros asintieron al oír la indicación y se aprestaron a realizar el primer disparo. Colocando el cabo del proyectil sobre una base de madera que habían improvisado para dicho propósito. Uno de ellos quitó una vela de la candela que yacía a su lado, y acercó la llama a la mecha para que esta se encendiese. Un pequeño destello iluminó a los dos marineros cuando la mecha se encendió y comenzó a consumirse.⠀
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La mirada de Hein se sostuvo en la chispa, mientras esta avanzaba en dirección a la base de proyectil. Al consumirse por completo, la chispa se apagó y un instante de silencio se extendió por toda la cubierta. Hein, suponiendo que los viejos cohetes estarían húmedos por el tiempo que llevaban en lo recóndito de la bodega, estuvo a punto de perder el control y maldecir furiosamente. Pero un silbido agudo evitó que la voz de este emergiese.⠀
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Una humareda cubrió a ambos marineros sobre la proa, y la bengala se desprendió de la base de madera, chamuscando las manos de los dos sujetos que la sostenían para orientar su trayectoria. El ángulo de su recorrido era agudo, dirigiéndose hacia estribor pero trepando en el cielo nocturno. En su avance, desprendía una luz incandescente que permitía ver con claridad el agua en un radio de unos doscientos cincuenta pies. Luego de agotar su combustible interno,el proyectil perdió impulso al alcanzar unos cuatrocientos pies. Al llegar al punto máximo de su empuje, comenzó a consumirse lentamente, descendiendo al ritmo del viento y fragmentándose en varios trozos.⠀
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Mientras descendía, su llama irradió una parte considerable del canal, dejando ver gran parte del manglar costero y el estrecho que se extendía a su lado. Pero no había rastros de El Celta o su nave.⠀
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Hein en tono áspero dijo:—Carguen otra ronda.—