Fragmento N°26

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Elizabeth no era ingenua, odiaba a sus captores, hubiese deseado con toda su alma que esas alimañas junto con su nave cayeran bajo los cañones de su padre y la escuadra holandesa de las Indias Occidentales. Pero sabía que había cosas peores que ser rehén de corsarios, y una de ellas era ser rehén de nativos del Caribe. Un infierno le aguardaría a ella y a su cuerpo, si caían en manos de los salvajes.

Por lo cual, cuando decidió tomar el arma del marinero caído, y salvar la vida de primer oficial Nock, no fue por aprecio a este, sino por estima a su propia vida.

La primera descarga le había salvado la vida al viejo oficial, dándole en la sien al salvaje, desde una distancia de apenas cinco pies, lo cual había generado un retroceso violento en el cuerpo del indefenso hombre. Ahora iba por su segundo blanco, recargaba el mosquete con un ritmo constante, casi mágico e hipnótico, sus manos finas y delicadas parecían frágiles en torno a la tosca arma, su concentración y habilidad para manipularla transmitían una imagen fría que distaba mucho de la de una dama noble.

Tenía su segundo objetivo, otro salvaje había oído el disparo y se dirigía hacia ellos, en busca de venganza por su compañero abatido. La distancia era mayor, unos veinte pies, Elizabeth apuntó y el retroceso de la culata hizo que su cabellera espesa ondeara acompañando la reculada del arma. El proyectil dio en el sujeto a la altura del esternón, generando un chasquido al atravesar la caja torácica y alojarse en algún hueso.

Ella sabía que no tenía más tiempo para realizar otra recarga, ahora sería combate cuerpo a cuerpo. Saltó hacia el agua, la cual apenas le llegaba a las rodillas, fue hasta Nock y lo tomó de la espalda, para recostarlo sobre el lateral del barco.

Sin mirarlo a los ojos preguntó: —¿Puede luchar? —

 —No— indicó Nock con un quejido.

—Esta bien, entonces ahora usted recargará el arma y me cubrirá. — Ordenó ella, entregándole el mosquete. Tomó el alfanje de Nock, que se encontraba a unas pulgadas bajo el oleaje, y giró para entablar combate. Nock estaba atónito, el primer oficial ahora recibía ordenes de la Srta Hein.

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