Lee El Llamado del Ocaso desde el Fragmento N°1
Al avanzar hacia la escalinata en dirección hacia la cubierta superior, Elizabeth se detuvo un instante. Una fina cortina de humo cubría los últimos peldaños, impidiéndole ver lo que sucedía más allá del humo. Observó hacia arriba y el sonido nítido de los hombres en combate llegó hasta ella penetrando sus sentidos. Por delante de sus pasos, Umbukeli cubrió los escalones a toda velocidad y despareció engullido por la humareda.⠀
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Al dar un paso hacia adelante, su mente tomó dimensión de lo que estaba por comenzar. Iba a luchar contra hombres con los cuales había compartido gran parte de su vida, sujetos que obedecían las órdenes de su padre, y que tal vez no merecían morir. Ella provocaría en alguna medida sus muertes, incluso de manera directa sería la responsable de algunas de ellas. Pero por otro lado, defendería a aquellos que la habían acogido, quienes arriesgaban su vida por protegerla. Defendería a Gregor, y eso le dio las fuerzas necesarias para avanzar.⠀
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Ascendió rápidamente, y emergió en el centro de la cubierta principal. La imagen la ensombreció.⠀
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Los restos humeantes y carbonizados de El Mercurio se encontraban anclados a estribor de El Retiro, sujeto por una maraña de ganchos y garfios. De entre los escombros de la nave holandesa, una oleada tras otra de marineros saltaba sobre ellos mientras una hilera de defensores sostenía un perímetro defensivo que comenzaba a flaquear.⠀
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Giró y buscó la escalera que conducía hacia el alcázar, trepó ágilmente y allí encontró a dos marineros que sostenían una base de fuego con mosquetes desde esa posición elevada. Los dos grumetes recargaban a toda velocidad y trataban de equilibrar el juego desde la distancia. Elizabeth interrumpió a uno de ellos tomando el mosquete de sus manos y diciendo:—Recarga lo más rápido que puedas.—⠀
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Tomando el arma, colocó la culata sobre su hombro para apuntar, el peso del mosquete y el olor a pólvora quemada, aceleró su corazón.⠀
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Dirigió el cañón en dirección al muro defensivo que sostenían los tripulantes de El Retiro, inconscientemente su vista trató de divisar a Gregor, pero no encontró su figura entre el tumulto de cuerpos apiñados. Elevó su mira levente, trataría de contener la marea de hombres que saltaban sobre la borda, ganando tiempo para los que batallaban a bordo.⠀
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El joven al cual le había quitado el arma, recargaba a toda velocidad otro mosquete detrás de ella, listo para entregárselo y recargar el que ella liberara. A su lado, otro marinero trataba de equilibrar la balanza haciendo la misma tarea, el sujeto disparó y Elizabeth pudo notar que el proyectil alcanzó a un holandés que se encontraba de pie sobre la cubierta, luchando en uno de los flancos.⠀
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Ella reaccionó diciendo:—La batalla por la cubierta no es nuestra, mantén a raya los que intentan abordar.—⠀
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El grumete asintió nerviosamente y comenzó a recargar. ⠀
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Ella volvió a concentrarse en el frente. Justo en ese instante, un marino holandés asomó su cuerpo por los restos de El Mercurio, el sujeto colocó una mano sobre los restos de la barandilla de la nave holandesa, y tomó envión para dar el salto hacia El Retiro. Fue una fracción de segundo, al obtener una visión amplia del torso del marino, ella giró su arma en dirección al cuerpo del sujeto y disparó. En el instante que su dedo índice provocaba la explosión que eyectaría el disparo, pudo percatarse que reconocía la persona a la cual disparaba.⠀
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Recordaba haber visto su rostro en ciertas ocasiones, desconocía su nombre, pero sabía que el sujeto se desempeñaba como artillero por las prácticas de tiro que solían darse a bordo de El Mercurio. Mientras el marinero holandés se hincaba para saltar sobre ellos, el proyectil lo alcanzó en la parte superior del estómago, a la altura del bazo. El sujeto cayó hacia atrás, como si se hubiese sentado repentina y violentamente, desapareciendo tras los restos de la barandilla.⠀
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Ella quedó petrificada, no comprendía completamente lo que acababa de suceder.⠀
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El joven que recargaba habló:—Está listo Srta Hein.—⠀
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Ella giró sutilmente, y el joven tomó el arma de sus manos, sin resistencia dejó que el marinero la tomara. Luego el grumete depositó el mosquete recargado en sus manos vacías.⠀
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Ella cerró lentamente sus dedos sobre el gatillo, alzó la culata una vez más sobre sus hombros, y apuntó.⠀