Lee El Llamado del Ocaso desde el Fragmento N°1
Hombro con hombro, Greg y Favre sostenían la presión de los holandeses que intentaban tomar a cubierta. Alrededor de ellos, los demás tripulantes de El Retiro, trataban de mantener una precaria línea defensiva a lo largo de toda la cubierta mientras tiradores apostados en la cofa y el alcázar buscaban equilibrar los números. Greg podía percibir que lentamente estaban retrocediendo, la marea de marineros incursionando sobre ellos se estaba haciendo insostenible.⠀
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El sujeto que se encontraba trabado en combate contra él, parecía percatarse de la situación ventajosa, y por lo tanto no atacaba abiertamente a Gregor, más bien mantenía su guardia y esperaba a que sus compañeros fuesen sumándose a la lucha antes de tomar la ofensiva. Greg no disponía de tiempo, por lo cual atacó con un movimiento oblicuo hacia el flanco del marinero. El holandés interceptó la estocada con su espada y luego realizó una finta que tomó a Greg desprevenido. buscando bloquear el ataque, Greg se replegó un paso y el filo de su enemigo pasó rozando su pecho. ⠀
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Justo cuando Greg se disponía a realizar un nuevo intento, una sombra oscura pasó a su lado a toda velocidad e incrustó el filo de su alfanje justo en el tórax del marino holandés. El sujeto abrió su boca, y un bufido tosco fue su último aliento antes de derrumbarse en el suelo junto a otros hombres caídos.⠀
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Agitado por el cansancio, Greg dijo:—Me decepcionaría mucho que te perdieras la diversión Umbukeli.—⠀
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El somalí sonrió, sus dientes blancos como el coral relucieron contrastando contra su piel oscura, empapada de sudor y hollín. Umbukeli retrocedió sutilmente y formó junto a Gregor en el muro defensivo de El Retiro. ⠀
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Por dentro, Greg se sintió algo más aliviado, ahora que los artilleros habían subido a defender la cubierta, las fuerzas de ambos bandos estaban equilibradas. Pero aún no había rastros de Piet Hein, y eso era una espina en su mente.⠀
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Al ver que las filas de El Retiro se nutrían de nuevos combatientes, los holandeses que se encontraban en la primera línea de batalla titubearon y se generó una pequeña pausa en la que ambas fuerzas se contemplaron estudiándose mutuamente. Greg esperaba que los sujetos comenzar a calcular sus probabilidades de sobrevivir que el costo que les implicaría acabar con ellos y al final de cuentas decidieran rendirse para ser entregados con vida en algún puerto neutral.⠀
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Mientras esta idea deambulaba en la mente de Greg. Un pequeño “click” metálico se oyó, algunos pasos a la izquierda. Luego otro sonido idéntico surgió a la derecha y Greg pudo ver una pequeña esfera rodar entre los pies de los marinos holandeses hasta que el objeto justo se detuvo en la zona muerta entre ambos bandos. El primero en percatarse del origen de esos sonidos fue Favre, el galo alzó su voz gritando:—¡Al suelo, granadas!— ⠀
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A pesar de que Greg intentó arrojarse hacia atrás, el gran número de hombres apiñados impidió que pudiese alejarse lo suficiente.⠀
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Una serie de detonaciones lanzaron esquirlas por doquier y diezmaron a todos los hombres que se encontraban sobre la cubierta, sin distinguir entre tripulantes de El Retiro o El Mercurio, alcanzando a todos por igual. Aturdido, Greg intentó ponerse de pie mientras en su mente recapitulaba: “Como no pude percatarme, ese maldito nos arrojó un puñado de sus hombres, y cuando nos tuvo a todos a descubierto hizo su jugada, sin importarle la vida de los suyos.”⠀
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Usando su sable para ponerse de pie, Greg se irguió y esta vez pudo observar como una nueva oleada de hombres saltaba sobre los restos de El Mercurio y caía sobre la cubierta principal. Al frente de ellos se encontraba Piet Hein.⠀