Lee El Llamado del Ocaso desde el Fragmento N°1
Agazapado en los restos de la proa, Jameson transpiraba copiosamente mientras por dentro su mente repasaba el plan que debía ejecutar. Su mano derecha sostenía una esfera de metal con una pequeña mecha emergiendo desde la parte superior. Había discutido los próximos pasos a seguir, pero a pesar de haberse negado sucesivamente, Piet Hein había logrado imponer su postura y debió acatar sus órdenes.⠀
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En cuanto Hein diera la señal, Jameson y sus hombres arrojarían las granadas sobre la cubierta enemiga, barriendo con los tripulantes de El Retiro, pero también acabando con sus propios hombres. Esto era lo que estaba inquietando la mente de Jameson, el motivo por el cual su cuerpo temblaba, y la causa del debate interno que lo estaba carcomiendo por dentro. Estaba a punto de asesinar a parte de los suyos, acatando las órdenes de su capitán.⠀
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A su lado, el vicealmirante Hein observaba con detenimiento como se desenvolvía la lucha sobre la nave enemiga. Había realizado algunas estimaciones y comprendía que aún restaba aparecer en batalla una buena porción de las fuerzas rivales. ⠀
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Al ver que una docena de sujetos emergieron de la cubierta inferior y comenzaron a nutrir las filas contrarias, Hein dijo:—Es ahora, enciendan las granadas.— ⠀
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Piet Hein aproximó la mecha encendida a de su pistola al explosivo, y con una pequeña ignición la mecha encendió. Los demás marineros a su alrededor imitaron a su capitán y una decena de proyectiles se activaron. Observando a Jameson, Hein ordenó:—He dicho que la enciendas maldita sea.—⠀
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Jameson afirmó con su cabeza, luego secó el sudor de su rostro con la manga de su camisa y aproximó el explosivo la mecha de su pistola para encenderlo también.⠀
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Piet alzó su voz para decir:—¡Acabamos con esos malditos de una vez!— mientras asomaba su cuerpo y arrojaba la esfera hacia la cubierta de El Retiro. En simultaneo, una lluvia de otros proyectiles fue arrojado por sus hombres y cubrió el ancho de la nave enemiga, aterrizando entre los pies de los combatientes. Rápidamente los holandeses volvieron a colocarse a cubierto bajo los restos humeantes de El Mercurio, aguardando las detonaciones. ⠀
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Al transcurrir una pequeña pausa, una tras otra las granadas detonaron, acribillando a los hombres que se encontraban trabados en combate, sin distinción de amigo o enemigo. Al detonar todas, Piet Hein posó su mano sobre los escombros de la barandilla y saltó hacia la cubierta enemiga, tras él lo siguieron todos los tripulantes restantes de El Mercurio.⠀
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En cuanto el holandés tocó con sus botas la cubierta de El Retiro, pudo observar la desolación y muerte que ahora reinaban. Un sujeto intentó ponerse de pie junto a él, pero Hein hundió su sable en a base del cuello, junto a la clavícula, para que e sujeto volviera al suelo y jamás se levantase. Hein avanzó, si querían mantener el efecto sorpresa deberían acabar rápido con las fuerzas remanentes antes de que su espíritu de combate resurgiese. Otro tripulante de El Retiro emergió ante él para enfrentarlo, el sujeto estaba bañado en sangre, pero no aparentaba estar herido. Lanzó una estocada pero el holandés la esquivó fácilmente y dejó pasar de largo a su rival para rematarlo por detrás.⠀
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El joven quedó con su espalda descubierta, aprovechando su vulnerabilidad, Hein lanzó un puntada a la base de su columna, pero algo desvió su ataque.⠀
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Otro sable apareció por su flanco y se interpuso en su jugada, haciendo que su estocada se abriera hacia la derecha. Al alzar su vista para enfrentar a su nuevo contrincante, pudo distinguirlo claramente, y una furia incontenible surgió en su interior.⠀
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Observándolo, Gregor dijo:— Creo que es a mí a quién busca almirante Hein, pero no recuerdo haberlo invitando a mi nave.— ⠀