Fragmento N°273

El Llamado del Ocaso

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Observando las llamas consumir la nave de su padre, Elizabeth dijo:—Antes debo hacer algo, necesito apenas unos minutos.— luego ella giró para entregarle el sable de Gregor a Favre.⠀

Antoine tomó el arma confundido mientras decía:—No comprendo Srta Hein.—⠀

Ella se aproximó al borde de la barandilla de El Retiro, y posando sus manos sobre el extremo respondió:—Necesito algunas respuestas, tal vez las encuentre entre las pertenencias de mi padre.—⠀

El galo se acercó a ella y tomándola por el brazo insistió:—¿Qué intentas hacer? es una locura, la nave está en llamas a punto de hundirse. Si algo te llegase a ocurrir todo será en vano.—⠀

Ella le dirigió una mirada compasiva diciendo:—Las respuestas que necesito, son las que determinarán si todo esto fue o no en vano.—⠀

Antoine liberó su brazo mientras Elizabeth indicaba nuevamente:—Solo unos minutos, ante la más mínima señal de riesgo corta los ganchos de abordaje, estaré bien.—⠀

Luego colocó su pie sobre la barandilla y saltó hacia la cubierta holandesa. Al aterrizar sus manos tocaron los tablones del suelo y pudo percibir el calor abrasador irradiado por la madera, las llamas estaban consumiendo el interior de la nave. Rápidamente se puso de pie y trató de acostumbrar su vista, los destrozos y escombros por doquier provocaban que se perdiera cualquier referencia útil para ubicarse. Al avanzar un paso, Elizabeth notó que el suelo era sutilmente inestable, la estructura de El Mercurio estaba colapsando.⠀

El humo invadió sus pulmones y debió tapar su boca y nariz con su camisa para evitar ahogarse. Antes de que pudiese dar otro paso hacia adelante, un ruido tras ella llamó su atención.⠀

Al girar, Favre estaba allí de pie. El galo dijo:—Juré protegerla, y si eso implica adentrarnos en esta carcasa en llamas, pues que ese sea el comienzo.—⠀

Antoine se acercó y luego ordenó:—No hay mucho tiempo Srta Hein, usted guía, ¿por dónde?—⠀

La reconfortaba de una manera sobrenatural la presencia de el galo, hubiese deseado abrazarlo pero comprendía que cada segundo era vital si quería lograr su cometido.⠀

Sin emitir una palabra, ella giró y pudo apreciar la silueta del palo mayor emergiendo entre las llamas, y a partir de allí avanzó en dirección hacia el alcázar. Al dar algunos pasos logró divisar la escotilla que permitía adentrarse en el interior de la nave. Por la apertura emanaba humo copiosamente, al asomarse pudo ver el reflejo de las llamas consumiendo los mamparos, pero el corredor que conducía a los camarotes parecía seguir firme. Alzando su vos para que Antoine pudiese oírlo dijo:—Por aquí.—⠀

Avanzando a toda velocidad llegaron al extremo del corredor donde se encontraba el habitáculo del capitán. La temperatura era sofocante y aumentaba con cada paso que se adentraban en el galeón holandés. Al llegar a la puerta, Elizabeth intentó empujarla para abrirla, pero apenas logró que la madera crujiese. ⠀

—¡A un lado!— gritó Favre, pateando con todas sus fuerzas la entrada, impactando con su pie justo al lado del picaporte. Las bisagras estallaron y la puerta cayó derrumbada hacia adentro. Al ingresar, Elizabeth pudo comprobar que el camarote de su padre aún se encontraba notoriamente intacto a pesar del daño estructural de toda la nave. Los muebles habían sido volteados y todo estaba desperdigado por el suelo. Pero a pesar del caos las llamas no habían consumido esa sección completamente.⠀

Ella de dirigió directamente al escritorio que ocupaba el extremo opuesto de la habitación, mientras Favre revisaba unos libros que se encontraban en el suelo. El galo dijo gritando para hacerse ir sobre las llamas:—¿Qué buscamos?—⠀

En ese instante, ella se percató que Antoine desconocía por completo la existencia del prendedor que se encontraba sujeto en su cabello, y de cómo ese pequeño objeto les había arrojado muerte y desgracia a todos ellos.⠀

Procesando…
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