Lee El Llamado del Ocaso desde el Fragmento N°1
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Un golpeteo constante hizo que despertara. El viento se filtraba por la abertura de la carpa, y generaba que la lona del techo repiqueteara contra los pilotes de madera que conformaban la estructura principal. Al despertar, Elizabeth se sobresaltó, incorporándose sobre la litera y quedando sentada sobre la misma. Un paño que se encontraba sobre su frente cayó en su regazo, y al tomarlo se percató que aún se encontraba húmedo.⠀
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Entrecerró sus ojos para acostumbrarse a la luz radiante, era claro que estaban a plena luz del día y no en un oscuro camarote. Recorrió su alrededor para dilucidar dónde se localizaba. Intuyó que se encontraba en una tienda de campaña improvisada, compuesta de un esqueleto de madera rectangular cubierta de lona. Sobre un margen yacía la litera en la cual estaba recostada, a su lado un pequeño cajón funcionaba como soporte para un jarrón de agua. Junto al jarrón se encontraban dos pequeños objetos, un collar de perlas y una cadena de plata con un guardapelo. ⠀
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Elizabeth Hein estiró su brazo para tomar el guardapelo, al tocar el objeto metálico pudo sentir el grabado sobre su forma redonda. Examinó con cuidado, girándolo, buscando apreciar sus detalles. Era una pieza discreta pero fina, a pesar de sus detalles minimalistas podía intuirse que era un objeto de gran valor y alguien había prestado mucha atención en sus detalles. Al abrirlo, nuevamente observó la diminuta pintura de su madre, Victoria.⠀
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A lo largo de toda su infancia, apenas tenía recuerdos de pinturas o retratos de su madre. En contraposición, había sido habitual para ella ver recuadros de su abuelo paterno, o incluso de su propio padre. La voz de Favre hizo que se sobresaltara una vez más , cerrando el guardapelo.⠀
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—Es una mujer hermosa, ¿es tu madre?— dijo el galo.⠀
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Al estar inmóvil sentado en una silla en un extremo de la carpa, había pasado desapercibido para ella. Giró para observarlo, y notó algunos detalles en su rostro.⠀
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La parte izquierda de su cara se encontraba enrojecida y la piel de esa sección estaba blanca. El pelo de Favre era notoriamente más corto en el hemisferio de su cabeza que se encontraba chamuscado. Al notar que Elizabeth observaba estos detalles, Antoine dijo:—Debo admitir que yo me he llevado la peor parte, las llamas del barco no han sido tan piadosas conmigo.—⠀
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Fugazmente todo volvió a su mente, y pudo revivir en un instante todo lo que había transcurrido mientras intentaban abandonar El Mercurio en llamas. Al volver a sentir el golpeteo de la lona, Elizabeth observó por la apertura de la tienda y logró vislumbrar la arena y más allá las olas golpeando la costa.⠀
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Favre volvió a hablar:—Ordené desembarcar casi de inmediato. Por varios motivos, entre ellos reparar el timón sin el cual no iremos a ningún lado.—⠀
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Mientras ella observaba la arena que cubría las inmediaciones de la carpa, mantenía en su mano el guardapelo de su madre. ⠀
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Antoine prosiguió:—Por otro lado, creo que en tierra todos podremos reponernos mejor de nuestras heridas, incluso usted.—⠀
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Elizabeth respondió:—Sí, es mi madre, su nombre era Victoria.—⠀
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Favre se puso de pie, y se acercó a ella diciendo:—Me alegra que haya podido rescatar ese recuerdo de ella, pero lamento que el incendio devorara cualquier otro objeto de valor que le permita encontrar respuestas.—⠀
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Ella inclinó su cabeza decepcionada al recordar que tan solo tenía el guardapelo y el collar de perlas. Disimuladamente pasó su mano por su cabello, para validar que el prendedor seguía allí.⠀
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El galo prosiguió:—Tal vez pueda encontrar alguna pista en esto, logré tomarlo antes de huir del camarote.—⠀
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En su mano, Antoine contenía un pequeño saco.⠀