Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Estaban cediendo terreno, poco a poco el cerco que habían formado entorno a los heridos y botes, se estaba estrechando.
A medida que retrocedían, sobre la playa iban quedando los cuerpos de los caídos. Greg notó que entre los abatidos, estaba el Sr Du Toit. El pequeño hombre, había sido alcanzado por una lanza, que lo había atravesado a la altura del estómago, de lado a lado, ahora yacía inerte, junto con una decena más de los miembros de la tripulación, esparcidos en la arena.
A medida que sus cuerpos iban quedando atrás en la batalla, algunos salvajes se concentraban en saquearlos, en busca de armas, o de objetos que les resultaran divinos antes sus vírgenes ojos.
Sin grandes cálculos, era claro que los nativos abatidos eran ampliamente superiores a la decena de hombres caídos de Greg. Pero los salvajes surgían de una fuente inagotable de suministro, emergiendo a cada instante nuevos guerreros desde la jungla.
Greg se encontraba en la línea frontal codo a codo con sus hombres, cubriéndose y asestando golpes sobre los salvajes que se arrojaban sobre ellos. En una segunda línea defensiva, la Srta Hein, el malherido Nock y dos marineros más, formaban una base de fuego descargando sus pistolas contra la maraña de guerreros a su alrededor.
Estaban perdiendo cada vez más terreno, necesitaban unos segundos, apenas un instante, para subir a los botes y alejarse de la costa.
La presión de los salvajes iba en aumento, una lluvia de flechas comenzó a caer, alcanzado a uno de los pistoleros a la derecha de Elizabeth.
No lo lograrían, Greg devolvía cada golpe, no importaba cuantos cuerpos alcanzara su sable, siempre parecía emerger un nuevo guerrero.
Sintió un codazo, y al girar vio a la Srta Hein ocupar un lugar a su lado con un alfanje en la mano. Sin dirigirle la mirada, Greg dijo: —La noto demasiado cómoda con el uso de la espada Srta Hein. Juraría que una señorita como usted se sentiría más cómoda en un café de Rotterdam. —
Ella respondió: —El hábito lo adquirí practicando con el cuello de piratas, capitán Gregor, y por cierto, nos hemos quedado sin municiones.—