Fragmento N°296

El Llamado del Ocaso

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Las recientes semanas habían llevado la capacidad de Cees al máximo. Desde la última vez que habían sido reabastecidos por mar, los españoles habían redoblado sus esfuerzos por doblegar a la fortaleza de Bergen op Zoom.

Esto había desencadenado una serie de incursiones, algunas de las cuales estuvieron muy cerca de capturar la guarnición.  Con el correr de los días, era como si las tropas enemigas estuvieran al tanto de que el rescate estaba próximo a llegar, y los enfrentamientos fueron tomando mayor intensidad.

Particularmente, Cees recordaba la incursión nocturna que un grupo reducido de tercios españoles había intentado realizar pocos días atrás.

Ese último movimiento había sido meticulosamente planificado, y por poco no había sido un éxito. Durante la escaramuza, el grupo frontal del campamento español había montado una distracción, mientras el pequeño pelotón de asedio compuesto por una veintena de hombres se escabullía por uno de los laterales de la fortaleza.

Habían logrado rápidamente tomar una almena y tender escaleras de soga para que una avanzada mayor pudiese reforzar el ataque en cuanto la posición se encontrara asegurada. 

Afortunadamente para Cees, él mismo dormía desde hacía varios días sobre la muralla. Pudo organizar rápidamente el contraataque, y retomar la la sección perdida de la muralla antes de que el resto de la tropa española trepara por los muros.

Mientras amanecía, observaba el horizonte con satisfacción, en dirección al océano, y a las numerosas naves holandesas que se aproximaban.

Se encontraba en un estado lamentable, extremadamente sucio, con manchas de sudor, pólvora y sangre tanto propia como de sus enemigos. Durante el asedio habían sido pocas las oportunidades para asearse adecuadamente.

De todos modos decidió bajar a toda velocidad hacia el muelle. Él mismo, Cees Hein, quería ser quien recibiese a las tropas de la corona que acudían en rescate de la guarnición.

Descendió por la escalera de la torre a toda velocidad. Al llegar al pie de la muralla, caminó con tranquilidad, recorriendo las callejuelas en dirección al muelle.

Un gran número de personas invadían las calles para festejar el fin del asedio.  A cada paso le agradecían a Dios, y vitoreaban luego de las penurias sufridas durante arduos meses.

Un soldado de gran postura se colocó frente a él, interrumpiendo su paso. Al observarlo a los ojos, el joven dijo:—Nos ha salvado, jamás dude de usted señor.—

Cees sonrió amablemente mientras posaba una mano sobre el hombro del sujeto para correrlo suavemente hacia el costado mientras decía:—Descanse ahora que puede soldado, mañana habrá otra batalla, siempre las hay.—

El joven sonrió y giró para perderse entre la muchedumbre.

Al llegar al muelle, el buque insignia estaba anclando, mientras las demás naves tomaban posiciones defensivas a lo largo del delta.

Cees reconoció los colores de la casa de Orange en los estandartes de la embarcación. Era un galeón de tres mástiles y gran porte,  con finos detalles sobre la proa y cubierta.

Un bote se desprendió del buque insignia y se aproximó al muelle.

Cees se acercó a recibirlo. Mientras se arrimaba, no pudo evitar sentir que algo importante estaba ocurriendo. Los hombres en el bote no estaban vestidos todos como soldados. Algunos tripulantes eran civiles, tal vez sirvientes pensó.  Claramente acompañaban a un sujeto de gran porte y apariencia militar, pero que vestía ropas elegantes.

El bote se detuvo, tocando levemente contra el muelle, y el sujeto de gran contextura subió al embarcadero. Al tenerlo a pocos pasos, Cees lo reconoció inmediatamente.

—Disculpe milord, es un honor que usted mismo en persona acudiera en nuestra ayuda.— dijo él, agachando su cabeza.

El sujeto se aproximó y con tono cauteloso dijo:—General Mauricio de Nassau, Príncipe de Orange, para servirle oficial.—

Cees hizo la venia y respondió corrigiendo con respeto:—Teniente, Hein Cees, a sus ordenes milord.—

La mirada del aristócrata cambió al  oír su nombre. Luego hizo una seña a sus sirvientes para que continuaran, y observando a Cees dijo:—Acompáñeme teniente, ¿dispone de algún lugar para conversar a solas?—

Cees asintió diciendo:—Por aquí.— y giró para abandonar el muelle.

A pocos pasos se encontraba la garita de guardia del embarcadero. al ingresar, Cees ordenó a los soldados que estaban en su interior que se retiraran.

Una vez que estuvieron solos, Mauricio habló:—Me alegra que hayan logrado resistir lo necesario hasta mi llegada.—

—Ha sido duro, pero estamos de pie milord.— respondió él con tono evasivo, notaba cautela en las palabras del general, como si ocultara algo.

Finalmente, el Principe de Orange prosiguió:—Debo transmitirle una no muy grata noticia teniente. Se me ha encomendado no solo relevarlo, sino también informarle acerca del paradero de su padre.—

Hizo una pausa para observar la reacción de Cees, pero este permaneció inmutable.

Continuó:—No se ha tenido noticias del Vice Almirante Hein desde que zarpó de Fernando de Noronha. La última vez que su nave fue avistada, fue hace meses, próxima a los límites del territorio español en el Caribe. La compañía lo ha declarado desaparecido en servicio.—

Cees arrojó:—Los españoles han pedido rescate?—

El General negó levemente:—Nuestros espías nos informan que ninguna nave española se ha adjudicado una batalla en contra de El Mercurio, mucho menos capturado con vida a su padre o alguno de sus hombres.—

Cees se sentó en una de las sillas mientras guardaba silencio.

Luego de una pausa, Mauricio dijo:—¿Una tormenta tal vez?, esos mares son muy traicioneros.—

Cees no respondió. Por dentro le era impensable concebir la idea de que su padre había sucumbido bajo una tempestad, era el mejor marinero de toda la flota holandesa. Pero a su vez, si hubiera caído en manos españolas, estos no hubiesen demorado ni un segundo en galardonarse con dicha victoria.

—Por otro lado…— continuó el general, —tampoco se han recibido novedades respecto a la nave en la que su hermana Elizabeth debía arribar …—

Pero las palabras de Mauricio de Nassau se perdieron en el aire para Cees. Su mente se encontraba pensando en su padre, algo no estaba bien, por dentro él sentía que algo no encajaba.

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

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