Fragmento N°302

El Filo del Tiempo

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Al oír las palabras del niño, Favre se sacudió por dentro. Haciendo caso omiso a la reacción del galo, Mnyma volteó y continuó su camino, girando en la puerta que llevaba en dirección al cuarto que habían improvisado para Elizabeth.

Favre quedó un instante inmóvil, la noticia lo había impactado pero rápidamente reaccionó y corrió detrás del niño para seguirle el paso.

Al llegar al umbral de la habitación divisó a Edahi, Umbukeli y Jameson junto a la puerta.

Edahi encogió sus hombros diciendo: —Fausto nos ha indicado que debemos aguardar afuera.—

Al ver al galo aproximarse, Jameson enderezó su cuerpo e hizo una pequeña reverencia diciendo:—Capitán.—

Antoine inclinó su cabeza en señal de afirmación, aún no se acostumbraba a que el oficial holandés lo saludara formalmente.  

Al poco tiempo de haberse establecido en Jamestown, toda la tripulación, incluyendo a los holandeses que ahora formaban parte del grupo, habían realizado una votación para decidir quién los lideraría.

De manera unánime, Favre fue designado como el sucesor de Gregor, en gran parte gracias a la influencia de Jameson sobre los holandeses restantes.

Mientras el galo observaba el cuerpo rígido de Jameson, algunas voces provenientes del interior, mezclados con gemidos de esfuerzo, llegaron a ellos.

Antoine dijo:—Afortunadamente soy capitán y no debo seguir órdenes del médico a cargo.— mientras sonreía y se internaba en la habitación dejando al resto afuera.

Al ingresar, notó un olor particular que impregnaba el aire mientras avanzaba, con cada paso el olor se hacía cada vez más intenso. Era  una especie de almizcle que se confundía con el olor a licor.

Las dimensiones estrechas del depósito que rentaban, habían provocado que algunos toneles de licor fuesen almacenados en la habitación de Elizabeth ante la falta de espacio. Ahora algunas velas encendidas, permitían ver una pila de barriles contra una de las paredes. En cuanto pudieran, llevarían el licor hasta las bodegas del comprador para liberar espacio.

Sobre la litera que ocupaba el extremo opuesto a los barriles, se encontraba Elizabeth. Respiraba de manera acelerada, con su rostro enrojecido y cubierto de sudor. Igualmente logró percatarse que él se aproximaba y lo observó durante un instante antes de abstraerse nuevamente.

En la cabecera junto a ella, se encontraba Arthur sosteniendo su mano.

Fausto yacía arrodillado al pie de la litera, también percibió que el galo había ingresado. Sin observarlo, dijo:—Llegas justo a tiempo, está comenzando el trabajo de parto.—

Mnyma se aproximó diciendo:—El agua caliente y el vendaje se encuentran sobre la mesa.—

—Gracias pequeño, ahora creo que debes irte, el capitán tomará tu lugar.— completó Fausto.

El joven intentó quejarse pero antes de que pudiera decir algo, Favre intervino:—Sin protestas niño, deberás aguardar afuera.—

Refunfuñando Mnyma comenzó a caminar cabizbajo hacia la puerta.

El galo volvió a observar a Elizabeth, recorrió su rostro y luego posó su mirada en las piernas abiertas de ella, observando el trabajo que Fausto se encontraba realizando:

—Disculpe Srta Hein, espero que no la incomode mi presencia en este momento.— dijo mientras su mirada se concentraba en sus ojos nuevamente.

Entre dientes, Elizabeth respondió:—¡Limítate a ayudar a Fausto maldita sea!—

—Disculpe Srta Hein, no fue me intención avergonzarla o hacerla enfadar.— respondió Antoine sonrojado e inclinando su cabeza. Luego dirigiéndose a Fausto consultó:—Dime cómo puedo ayudar.—

—Por lo pronto necesitaré que sigas mis indicaciones y me entregues los utensilios que vaya solicitándole.— respondió el médico.

Arremangando su camisa y dejando su pipa sobre la mesa, Favre se dispuso a asistir el parto. 

—Ha comenzado Srta Hein, necesito que haga su mejor esfuerzo.— indicó Fausto.

El trabajo de parto se extendió durante varios minutos, mientras Arthur y Favre trataban de asistir y tranquilizar a Elizabeth.

Finalmente, luego de casi dos horas, el llanto de un recién nacido rompió el silencio que cubría la habitación.

Con sus brazos cubiertos de sangre y fluidos, Antoine recogió el pequeño cuerpo que Fausto le entregó, mientras este continuaba inspeccionando que todo se encontrara bajo control.

Completamente mudo y asombrado, Favre tomó en sus brazos a la pequeña criatura que se retorcía y lloraba. Mientras una lágrima recorría su mejilla, logró esbozar algunas palabras que emergieron de manera confusa:—Es una hermosa niña.—

Sin prestarle atención al rostro de estupefacción del galo, el médico ordenó con una sonrisa:—Acercarlo a su madre Antoine, no es su niña.—

—Disculpe, no fue mi intención.— dijo abochornado, mientras se acercaba a Elizabeth.

Ella sonrió y recibió a la niña sobre su pecho, mientras Favre repetía:—Realmente es una hermosa niña.—

Fausto volvió a hablar, esta vez la voz del médico surgió algo nerviosa:—Srta Hein, necesito que preste atención a lo  que voy a indicarle.—

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

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