Fragmento N°312

El Filo del Tiempo

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Sin creerlo, Elizabeth volvió a leer colocando su dedo índice sobre las palabras trazadas en papel

— …oficial Hein….— repitió en voz pausada e incrédula.

Absorta, continuó la lectura narrada por Edward en ese desgastado manuscrito:

 “Me dirigí al joven y extendí mi mano para saludarlo diciendo:— Francis Edward Gregor, a su servicio.— 

El muchacho extendió la suya y al estrecharla dijo:— Piet Hein, primer oficial del Mauritius.— un claro acento holandés acompañó sus palabras mientras se expresaba en inglés.

Lo observé detenidamente, el sujeto era muy joven, rozaba los diecisiete años. Su contextura era amplia y rígida, sus hombros y brazos anchos denotaban su habilidad para manipular la espada. Durante ese segundo que demoré en inspeccionarlo, noté que me miraba firmemente a los ojos, algo peculiar se ocultaba en su mirada.

Luego liberé su mano indicando:—El oficial Favre le indicará qué provisiones puede tomar y cuándo recogerlas.—

—Estaremos eternamente agradecidos.— se limitó a acotar el muchacho.

Favre indicó:—Por aquí oficial, necesito un detalle de cuántos hombres dispone en su nave para poder organizar los víveres.—

En ese momento me quedé observando al holandés alejarse junto a Favre. Sus pasos eran elegantes y firmes, avanzaba mirando a su alrededor, parecía más interesado en inspeccionar el campamento que en oír qué cantidad de provisiones dispondría su tripulación.

Mientras el joven se alejaba, me detuve un instante para mirar la línea costera y los sucesivos cañones emplazados en dirección a la bahía. Entre tanto aguardabamos para zarpar, la mitad de los cañones de El Retiro fueron retirados de sus posiciones y llevados a tierra para ser colocados en posición defensiva sobre el perímetro del campamento mirando en dirección hacia el mar. Se habían cavado trincheras alrededor de cada culebrina junto a una empaladiza de sacos de arena para facilitar su protección y la de los hombres que manipulaban los cañones en caso de recibir fuego enemigo.

Giré hacia Edahi y Umbukeli:—Al anochecer, necesito que la mitad de los cañones sean girados en dirección al interior de la jungla, no solo en dirección a la costa. Preparémonos para recibir visitas desde tierra.—

Umbukeli fue el primero en hablar:—A mi también algo me huele mal.—”

Elizabeth volvió a sorprenderse, Edward había transcrito palabras dichas por el somalí. Ella recordaba que por algún tipo de promesa o juramento que desconocía, Umbukeli no hablaba y por este motivo prácticamente nadie conocía su voz.

Continuó:” —Si las intenciones de nuestros visitantes no son las correctas, hemos cometido un grave error. Ahora tienen dos vías de ataque, pueden usar su nave y a su vez flanquearnos por tierra.— dije.

Edahi comentó:—En un combate directo, El Retiro destrozaría a su nave.—

—Es verdad, si contara con todos sus cañones. La mitad está en tierra, y en el momento que queramos subirlos a bordo necesitaremos medio día para ello al menos, y allí es cuando seremos más vulnerables. Presiento que ahora ellos son conscientes de ambas cosas.— aclaré.

Comencé a caminar hacia el campamento principal mientras el nativo y el somalí iban a mi lado. Antes de ingresar a mi tienda ordené:—No solo giren la dirección de los cañones, refuercen la guardia en cuanto el oficial holandés abandone el campamento, informarle a Favre que debo verlo de inmediato en cuanto se desocupe.—

Asintiendo al mismo tiempo Edahi y Umbukeli se retiraron hacia el perímetro del campamento. En ese instante giré e ingresé a la tienda.

A pesar del calor abrasante de la mañana, el interior era fresco y amplio. En el centro, se encontraba una cama cubierta por una estructura de troncos sobre la cual pendían unas finas cortinas que evitaban que los insectos ingresaran.

Fausto se yacía de pie junto a la litera, sobre sus brazos, agitaba sutilmente como si fuese un saco con pólvora, a un pequeño capullo de lino que te envolvía completamente Aidan. Con apenas dos meses de vida, eras un pequeño bribón regordete que cabía en una cesta.  

Al acercarme, Fausto dijo:—Creo que ya se lo suficiente como para tener uno.—

Mientras Megan, tu madre, se encontraba aún recuperándose del parto. Fausto cumplía la doble tarea de cuidar de ella y de tí.

Con delicadeza para no despertarte, corrí sutilmente un trozo de lino para revelar tu rostro, te encontrabas particularmente calmado y dormido ese día. 

—No tengo nada más que palabras de agradecimiento viejo amigo, duermes a este niño mejor de lo que su padre pudiera hacerlo.— dije mientras me aproximaba a la litera de tu madre.

Con cautela, desplacé la cortina para verla a ella.”

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

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