Fragmento N°320

El Filo del Tiempo

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Afortunadamente para Favre, la puntería de los holandeses no era la mejor de todas. Algunos disparos habían generado daños menores y superficiales sobre la barandilla y la proa, pero la gran mayoría habían impactado en el agua o pasado sobre ellos.

De pie, en el alcázar, el galo observaba con su catalejo en dirección contraria a la nave holandesa, su principal preocupación no era el Mauritius, sino la evacuación de la costa. Quedaban solo dos botes por evacuar, uno se encontraba a medio camino, llegaría en algunos pocos minutos. Pero el último bote se encontraba aún amarrado en el agua baja de la playa, sin hombres a bordo, sin timonel, meciéndose al ritmo de las olas.

A pesar de la oscuridad, las llamas del campamento y las detonaciones de los cañones le permitían ver con cierta claridad la ubicación de las dos barcazas restantes. Pero le preocupaba no tener una vista clara del combate que se desarrollaba en el perímetro del campamento.

Un destello cercano hizo que su cuerpo se alarme, por reflejo, se agachó sutilmente al percibir la detonación. Esta vez el disparo provenía de la jungla costera, justo donde se encontraban las trincheras y cañones que resguardaban el límite del campamento. El disparo había pasado muy lejos por estribor, había sido algo prematuro, el cañón no estaba correctamente nivelado y el proyectil levantó una columna de agua muy por detrás de la nave.

Volvió a erguirse y esta vez barrió con el catalejo la costa para comprobar lo que suponía.

—Maldición, han tomado los cañones.— dijo mientras observaba a varios holandeses tratar de girar y alistar otro de los cañones que se encontraba apuntando en dirección a la selva y colocarlo en dirección a la bahía.

El bote que se encontraba a medio camino había alcanzado a El Retiro, y los marineros heridos estaban subiendo a bordo. 

—Señor, traigo noticias de la costa.—

El galo giró y observó al marinero, era un joven pálido y de cara redonda: —Dime.— respondió.

—Quedan muy pocos hombres señor, Umbukeli ha decidido regresar a tierra. Me ordenó que le informara que en caso de no lograr evacuar al capitán y los marineros restantes, usted lo esperara hasta la próxima estación en Ozouri. Si luego del cambio de estación no tenemos novedades, puede tomar la decisión que considere mejor.— dijo el joven.

—¿Qué demonios tiene en mente?— dijo Favre fastidiado.

Edahi había regresado en el bote anterior junto con Fausto, Megan, y el pequeño Aidan. Se encontraba sobre la cubierta principal ayudando a subir a los heridos recién llegados, al escuchar al marinero se dirigió a Favre gritando hacia el alcázar:—Debemos enviar refuerzos a la costa para ayudarlos a evacuar.—

—Nuestra posición es muy comprometida, en cuanto termine de girar todos los cañones de la costa tendrán dos plataformas de tiro sobre nosotros. Y la nave holandesa se está aproximando, no tenemos mucho tiempo.— indicó el galo mientras descendía la escalinata hacia la cubierta.

Edahi intentó protestar pero Favre lo interrumpió:—Si conservamos la nave, tal vez podamos negociar, o incluso contraatacar, pero si perdemos la nave no hay ninguna alternativa, estaremos a merced de ellos.—

Mientras discutían, Nock subió desde las cubiertas inferiores. Su cuerpo estaba cubierto de hollín y parte de su ropa se encontraba chamuscada en varias secciones. Al ver a Edahi y el galo hablando acaloradamente, intervino:—¿Qué ocurre? ¿qué son esos disparos desde tierra?—

—Hemos perdido la playa, aún hay hombres por evacuar, entre ellos el capitán y Umbukeli.—  resumió el galo.

—¡No podemos abandonarlos!—insistió Edahi.

—¡Si perdemos la nave los habremos abandonado!¡no podremos hacer nada por ellos!— gritó Favre.

Con voz calma, Nock volvió a interrumpir:—Por más que hayan tomado la costa, tendrán que salir a mar abierto para continuar su viaje, tal vez podremos enfrentarnos a su nave en mar abierto, sin el apoyo de las baterías costeras. O patrullar la salida del cabo hasta encontrar una mejor oportunidad. Pero Antoine está en lo correcto, si perdemos la nave no tendremos ninguna alternativa.—

Sin mediar palabra Favre subió nuevamente la escalinata a toda velocidad hacia el alcázar y tomó el catalejo para realizar un paneo de la costa. Continuaba sin lograr divisar a los hombres que aún restaba evacuar. Pero esta vez llamó su atención que ya no llegaba a sus oídos el ruido de hombres luchando, o disparos de mosquetes y pistolas.

Cubrió con su vista el borde de la jungla, esta vez divisó a varios cañones ya apuntando hacia ellos, justo cuando estaba por comentarlo en voz alta, el cañón que se encontraba observando detonó, y otras dos explosiones se sucedieron en otras baterías de la costa.

—¡A cubierto!— alcanzó a gritar, antes de que los disparos los alcanzaran.

Esta vez, al estar más cerca y tener tiempo para ajustar la altura del disparo, la precisión mejoró notoriamente. Un proyectil impactó en la popa, destrozando un mamparo. Los otros dos pasaron un poco por alto alcanzando una de las velas y parte del cordaje

—Timonel, sáquennos de la bahía.— ordenó Favre mientras se incorporaba.

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