Fragmento N°33

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Un movimiento similar al de una cuna meciéndose, era generado por la nave a medida que esta era golpeada suavemente en el casco por las olas. La litera de Greg se mecía de igual manera, al compás del vaivén del mar, generando un efecto adormecedor. Sus brazos y piernas magullados habían sido lavados y sobre su frente se encontraba un paño húmedo que refrescaba su rostro, frente al calor aplacador del caribe. Aún seguía inconsciente.

A su lado, se encontraba Nock en la litera contigua. El primer oficial estaba vendado sobre un hombro, y poseía un cabestrillo rudimentario que le cruzaba el brazo herido sobre el pecho. Nock estaba despierto, respiraba pesadamente, como si algo estuviese obstruyendo sus vías respiratorias.

Súbitamente Gregor exhaló una bocanada de aire que sobresaltó al primer oficial, que a su vez lanzó un quejido producto del dolor que le causo el movimiento involuntario. Greg abrió los ojos y se reincorporó lentamente, se irguió, quedando sentado contra el respaldar.

Sus músculos le dolían ante el más mínimo movimiento, sentía latidos en cada parte de su cuerpo donde le habían asestado algún golpe. Entrecerró los ojos para obtener una imagen nítida de dónde se encontraba.

Escuchó una voz femenina que provenía de un rincón donde la luz no llegaba a penetrar totalmente. — He conocido niños que duermen menos que usted capitán Gregor.— —

Greg tardó en reconocer la voz de Elizabeth: —  A mí también me alegra verla con vida Srta Hein.— indicó.

Prosiguió en tono burlón: — Creí que estaría preparando los desayunos de la tripulación, me sorprende verla aquí custodiándome. —

Elizabeth se sintió furiosa, se puso roja de ira, y se aproximó a la litera gritando: — Maldito pirata mal nacido, la próxima vez prefiero limpiar las letrinas de la nave antes que ofrecer mis conocimientos de enfermería para sus cuidados. —

Greg sonrió: — Usted quiere decir Srta Hein, ¿que se ofreció voluntariamente para velar y cuidar al honorable capitán Gregor? — Ella volvió a sentarse en el extremo oscuro de donde había emergido, para ocultar el rojo de su rostro, pero esta vez no se trataba de ira.

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