Fragmento N°40

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Edahi recordó ese aroma, su memoria lo revivió enérgicamente, y sus sentimientos lo catapultaron a su pasado.

Recordó su niñez, las enseñanzas de su tribu y ese aroma lo remontó a una situación que en su mente reflotó vívidamente:

Cuando era niño, ansiaba con participar del ritual de la cacería, esperaba que eso le permitiera ser un hombre, un líder. Como no le estaba permitiendo tal proeza, se contentaba con participar de los preparativos que realizaban los cazadores antes de partir.

Entre estos preparativos, sus hermanos le habían transmitido la manera en la cual debe extraerse el veneno de las ranas arbóreas que habitaban la selva, para luego empapar las puntas de dardos y flechas.

Recordaba los colores de los pequeños anfibios, sus lomos oro, azul coralino e incluso algunas poseían un rojo fueguino que parecía arder en la noche selvática. Era una ironía, como si la naturaleza quisiese que lo más bello, pequeño e inofensivo que había podido crear, fuera lo más letal en la faz de la tierra.

Era un proceso lento, extraer las toxinas del lomo de las ranas, primero se las exponía aún vivas al fuego, para que mediante el sudor pudiesen extraer el preciado veneno. Luego debían cuidadosamente rozar las flechas sobre el lomo, y finalmente para evitar el contacto accidental, se colocaban unas pequeñas fundas de hojas o cuero sobre las puntas de los proyectiles.

El proceso era metódico, el simple contacto superficial con la toxina puede matar a un hombre. Los ancianos contaban historias de flechas que luego de más de un año de haber sido impregnadas, seguían siendo mortíferas.

Edahi reconoció el aroma sutil a esa letal sustancia, fue por ello que envolvió la flecha en la camisa maltrecha, y corrió a avisarle a Favre.

Al ingresar al cuarto del contramaestre, Favre giró sorprendido por el ingreso del nativo, — ¿Qué ocurre? —  Preguntó extrañado, observando la flecha en la mano de Edahi.

Edahi, respondió: —Dardo Dorado. —

Favre quedó inmóvil, mirando la flecha, sabía que “Dardo Dorado” era la manera que los salvajes utilizaban para referirse a las ranas cuyo veneno depositaban en los proyectiles.

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