Lee la historia completa desde el Fragmento N°1
Greg no podía conciliar el sueño, desde hacía horas se encontraba en silencio recostado en su litera, mirando la porción de cielo que se dejaba asomar por el ojo de buey de la improvisada enfermería.
Para matar el tiempo, constantemente verificaba el curso que llevaban, utilizando las constelaciones de esa porción de firmamento como guía. Conocía cada recoveco del cielo tanto o más que sus cartas de navegación. En posición fetal, como si fuese un niño, recordó a su padre y una broma que que este solía decir: —Aprenderás a leer las estrellas Gregor, a tal punto, que aún siendo ciego podrás guiar a tus hombres.— Sonrió en la oscuridad, extrañaba al viejo, recordar su voz siempre le generaba nostalgia.
Pero por sobre todas las cosas, lo que no lo dejaba dormir era Nock. No era su pesado respirar, o el ruido que generaban sus pulmones al ingresar forzosamente el aire, sino lo que Greg temía que su amigo estaba padeciendo.
Estaba impaciente, había enviado a Edahi para indagar respecto a la flecha que había herido a su oficial, y el nativo aún no regresaba.
Escuchó la puerta abrirse lentamente.
Como una sombra sigilosa, Edahi se desplazó hasta la litera de Greg. Este se incorporó y quedó sentado enfrentando al nativo.
Greg lo miró fijo en la oscuridad, admiraba la capacidad que tenía Edahi para el sigilo y la agilidad.
El nativo dio un paso y se colocó próximo al oído de Gregor, sus palabras fueron como disparos de mosquetes para Greg: —Estaba en lo correcto capitán, Dardo Dorado, o Fuego Azul tal vez.— La tráquea de Gregor tragó pausadamente, al reconocer el nombre de la ranas que utilizaban los salvajes para envenenar sus flechas, —¿Cuánto tiempo?—, preguntó Greg.
Si bien la oscuridad invadía la habitación, Greg pudo ver como Edahi bajaba su mirada antes de responder: —La Srta Hein lo ha tratado bien luego de la herida, un día, tal vez dos capitán, no más.— Greg asintió, —puedes retirarte, infórmale a Favre y regresa por la mañana.— Edahi se retiró tan silenciosa y fantasmalmente como había ingresado.
Greg volvió a acurrucarse, y lloró, por primera vez desde lo de su padre.